¿Qué es el brain hacking y cómo puede afectarte?

¿Es posible que un hacker ataque el cerebro de una persona en lugar de una máquina? De eso trata el brain hacking o manipulación mental. Esta especie de espionaje mental ha crecido de la mano de la tecnología y del aumento de la digitalización. Aunque estas técnicas ya se utilizan, el resultado depende de la intención con las que se apliquen.

Conoce qué es el brain hacking y cómo puede afectar a la voluntad de su víctima.
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El brain hacking o hackeo cerebral es una técnica que permite a un ciberdelincuente tener cierto control sobre el cerebro de sus víctimas. Es decir, existen una serie de procedimientos que permiten manipular o controlar el cerebro humano, algo que, aunque pueda dar miedo pensar en su existencia, ya está en el día a día.

Uno de los mayores retos que tiene en la actualidad la tecnología y la digitalización es la privacidad, y su seguridad, y ambos aspectos forman parte de las libertades individuales de cada uno. Por lo que imaginar que alguien puede llegar a controlar a cualquier persona para modificar su pensamiento, resulta increíble y amenazador. Sin embargo, esto ya es materialmente posible. Y las técnicas que lo hacen posible van a seguir desarrollándose.

Los desarrollos tecnológicos que más están impactando en la actualidad pueden apoyar este tipo de técnicas, como el internet de las cosas, big data, inteligencia artificial o el cloud computing. Por tanto, en tiempos de una digitalización global y grandes avances tecnológicos —algunos capaces de generar cambios sociales o individuales paradigmáticos—, conviene proteger la esencia más humana.
Y cada uno de estos desarrollos proporciona grandes servicios, posibilidades funcionales y oportunidades de mejora. Pero, como cualquier herramienta tecnológica, pueden ser utilizadas de forma positiva, o todo lo contrario.

Los comienzos del brain hacking

Podría decirse que, en sus inicios, el hackeo cerebral comenzó planteándose de manera positiva, relacionado especialmente con áreas relacionadas a las ventas, marketing e incluso de recursos humanos y gestión de equipos.

Es lo que hace años irrumpió con fuerza como “neuromarketing”, que estudia los comportamientos de compra a través del análisis de los procesos mentales. Con este concepto se empezó a aplicar a procesos, individuales o grupales, que se aplicaban sobre la mente humana para mejorar las capacidades de las personas sus prestaciones para combatir problemas como el residuo de atención, la configuración cognitiva y el tuneo cognitivo.

Una de las aplicaciones más famosas de esto es el ejemplo de Melissa Hogenboom. Esta periodista de la BBC asumió en primera persona un proyecto enfocado a modificar su vida mediante la plasticidad cerebral. Partiendo de la idea científica de que el cerebro es moldeable, se convirtió en el conejillo de Indias de esta comprobación divulgativa.

Así, utilizó la neuroplasticidad para impulsar esta modificación; o sea, a la manera en que nuestro sistema nervioso evoluciona. En concreto, se apoyó durante seis semanas en el mindfulness, y la atención plena, para intentarlo. Se sometió diariamente a diferentes sesiones prácticas y a nuevas pautas de meditación durante ese periodo. Un escáner comprobó el estado de su cerebro antes y después de esta horquilla temporal.

El resultado del estudio arrojó indicadores físicos significativos como que su amígdala se había reducido, reduciendo sus niveles de estrés; la corteza cingulada, en su sistema límbico, había crecido ligeramente, aumentando su capacidad para controlar las respuestas emocionales y conductuales. Al final, Melissa notó que conseguía mantener su mente tranquila mucho más que antes, y estaba más relajada.

El brain hacking mejora el rendimiento cognitivo y el control mental, por lo que se utiliza en numerosas terapias de rehabilitación e incluso como tratamiento de diferentes afecciones neurológicas y psiquiátricas.

Tecnología BCI, una posibilidad real

La tecnología ha avanzado de tal manera que ha conseguido desarrollar un avanzado sistema llamado BCI, Brain Computer Interfaces, que permite establecer una comunicación directa entre máquina y cerebro. Pese a la evidente complejidad de las señales cerebrales, y su complicada descodificación, es posible esta conexión que, gracias al refuerzo de la inteligencia artificial y del deep learning, puede detectar ciertas acciones sencillas, incluso otras más exigentes, como el habla.

Así, al detectar y descodificar algunas señales del cerebro, es posible conectar el cerebro a dispositivos robóticos, algo que en el área de la medicina y la rehabilitación está resultando de gran ayuda. Estas herramientas se basan en la lectura de las ondas electromagnéticas cerebrales y su traducción. Este desarrollo hace posible no solo establecer patrones de respuesta a ciertas conductas, también conocer los gustos de cualquier persona.

El lado oscuro del hackeo cerebral

El brain hacking puede mejorar el bienestar y la salud mental de las personas, por tanto, las herramientas no son buenas ni malas, todo depende del uso que se haga de ellas. Una vez establecido que es posible alterar el cerebro en determinadas direcciones, es necesario saber que los ciberdelincuentes pueden utilizar estas técnicas para fines fuera de la legalidad.

Buscan alterar el estado mental de las personas a su voluntad para obtener datos privados, como por ejemplo acceder a las claves de acceso a cuentas bancarias o manipular de otra forma, como las tendencias ideológicas, llevando a sus víctimas a posturas más extremas.

En otro ámbito, el del marketing “sin escrúpulos” se podría aprovechar estas técnicas para llevar al público a tomar decisiones de compra indeseadas.


¿Es posible protegerse del brain hacking?

Ante esta realidad, hay que tener en cuenta que la privacidad de cualquier usuario digital puede verse comprometida. Para protegerla, hay algunas acciones que se pueden llevar a cabo:

  • Establecer y reforzar medidas legales para proteger los datos neuronales. Por ejemplo, el Reglamento General de Protección de Datos, RGPD, ya incluye la información cerebral.
  • Restringir de forma estricta la cesión y el tráfico de datos cerebrales a terceros desde las organizaciones neurotecnológicas.
  • Forzar que los dispositivos neurotecnológicos solo utilicen los datos precisos para las tareas concretas ejecutadas.
  • Tomar conciencia, como ciudadanos y clientes, de la importancia de la ciberseguridad. Esto se traduce en exigir a los proveedores cero vulnerabilidades y máxima protección.

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