Cómo cultivar la paciencia

Durante todos los años que llevo trabajando en este mundo de las telecomunicaciones ya perdí la cuenta de cuantas carreras he tenido que correr.

Descubre más sobre cómo cultivar la paciencia a través de una metáfora con lecciones de jardinería.

Juan Forero Seguir

Tiempo de lectura: 4 min

Es bastante normal andar con los tiempos ajustados y preocupados por no poder cumplir con una fecha que se había prometido al jefe del jefe, o peor aún, que se había compartido con unos periodistas.

En este transcurrir del tiempo lo más normal ha sido plantearse que es eso que quieres desarrollar en el año y hacer un cronograma para que puedas desarrollarlo, probarlo y ponerlo en producción antes que el año termine.  Los ejercicios económicos de las empresas se miden anualmente, por lo que es lógico que quieras terminar cualquier cosa en ese periodo y no dejar nada pendiente “para el año siguiente”.

Por otra parte, tenemos a la tecnología, que nos acompaña para “acelerar nuestros sueños”.   Eso que queremos hacer está cada vez más a la mano, y como entusiasta de la programación muchas veces encuentro la manera de hacer cosas bastante complejas en unas pocas horas.  Casi como una afición he ido desarrollando en el tiempo herramientas que nos permiten tener respuestas casi instantáneas.

Buscando metáforas con lecciones de jardín

En El Valor de la Oportunidad podrás leer como me fui aficionando poco a poco por la jardinería, comenzando por cuidar las plantas que ya teníamos en casa y pasando a sembrar desde cero algunas cosas.

Lo primero que recuerdo haber sembrado “a propósito” fueron dos plantas de Banana.  Me las trajo una de mis hermanas, repitiéndome cuidadosamente las instrucciones que recibió al comprarlas: tenía que abrir un hoyo de 45cms de profundidad y enterrar el tallo que me estaba trayendo.  Con los cuidados necesarios, la mata estaría produciendo en ocho meses.

Esta allí esto se parecía a cualquiera de mis proyectos.  Ocho meses era el tiempo de una iniciativa de mediana envergadura, de esas que proyectas para terminar en el último trimestre del año.  Sin embargo, la naturaleza tiene velocidades diferentes a las nuestras.

Al principio un día se parecía al siguiente.  Yo regaba, pero parecía que no pasaba nada.  Todo lucía igual.  A la primera semana, a la segunda, a la tercera.  Luego de ese tiempo una de las plantas comenzó a desfallecer y la otra por fin mostro señales de que estaba reverdeciendo y prosperó.

En la vida profesional es bastante normal tener avances semanales.  Cuando un esfuerzo no avanza de una semana a la otra es que algo malo paso y que necesitamos tomar correctivos.  En la naturaleza lo más normal es que nada pase y que los días se vayan pegando unos con otros, especialmente cuando los recursos disponibles no son los idóneos.

Ejemplo en Venezuela

Esta historia se cruza por supuesto con las coyunturas por las que pasamos en Venezuela.  Los primeros meses de la planta de banana coincidieron con una sequía en la que el servicio de agua potable fue muy intermitente.  Para ese momento hice un sistema de riego por goteo y surtía cinco litros de agua solamente para que las matas la recibieran gota a gota.

Pasaron los meses y ya la mata había crecido, pero no mostraba señales de floración.  Mi suegra comenzó a decir que esa tierra no servía para eso y que su mamá jamás había podido cosechar plátano y apenas aprovechaba las hojas para hacer las hallacas.

Yo me mantuve regando y abonando con el compost orgánico que comencé a producir con los restos de la cocina.

Pasaron los ocho meses prometidos y ocho más para ver la primera flor.   Fueron 18 meses en total para tener el primer racimo y para sorpresa de todos no fue de banana -lo que aquí en Venezuela llamamos Cambur o Guineo – sino de Cambur Manzano, una variedad más pequeña, menos dulce y más astringente que a mi me encanta pero a la suegra no.

Hoy día obtengo un racimo de manzanos más o menos cada dos meses, pero he visto la historia repetirse con el maracuyá o parcita, con 18 meses de espera, las cerezas o semerucos que tomaron 3 años, o los que más rápido se dan: los tomates que toman tres meses.

El tiempo de la naturaleza va a otro ritmo que se mide en meses y no en días.  He llegado a pensar que ese es el secreto para que la gente del campo sea tan paciente.  Las plantas sin duda nos enseñan a esperar y abandonar un poco la adicción a los resultados instantáneos y los entregables semanales.

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