Innovación y tecnología hacía una educación plena

Escribo estas líneas interesado primeramente en el impacto de la tecnología en la educación y por ende en la sociedad, aunque en realidad les confieso que escribo fundamentalmente como padre, y para nada como experto en el área. Y en este último sentido lo hago con viva honestidad. Con fragilidad. Lleno de dudas. Con la implicación del que participa activamente en la educación de su familia en un momento tan crítico y repleto de incertidumbre sobre el futuro de nuestros hijos.

Descubre cómo debe ser la innovación y tecnología para una educación plena.
Félix Hernández

Félix Hernández Rojas

Tiempo de lectura: 5 min

Tecnología, educación, adolescentes. Una mezcla compleja. Muchas veces endemoniada y otras tantas demonizada. Y de sentimientos encontrados, tras el reciente informe PISA que revela brechas, por no decir peligrosas carencias en nuestro sistema educativo obligatorio.

La innovación

Hablamos muchas veces de innovación, si bien no quiere decir lo mismo que progreso. Es cierto, a veces se producen desafortunados desalineamientos. Tenemos miradas agudas como la que nos muestra Byung-Chul Han donde se explica una potencial quiebra del mundo de hoy: “Percibimos la realidad a través de la pantalla. La ventana digital diluye la realidad en información, que luego registramos.”, dice. Consideramos aspectos que se apoderan y nos dominan: la carestía en nuestros jóvenes de capacidad de análisis, concentración. La falta de nivel comprensivo y una intensidad de lectura baja. Seguramente por una introducción precipitada de las pantallas (un mal uso e incomprensión de la tecnología por los padres) y los consiguientes malos hábitos y cimientos hacia la lectoescritura, especialmente en la etapa de 0 a 6 años. Tenemos niños con pies de barro.
Aunque ahora quiero dar la vuelta al razonamiento porque lo contrario tampoco nos serviría. Se habla de prohibir el móvil a los menores de 16 años. Se alardea de tecnofobia o inclusive se pone de ejemplo a ciertas corrientes en países supuestamente más “avanzados” que han decidido eliminar completamente la tecnología de sus aulas, una especie de retorno a la arcadia.

Pero seamos sinceros: Según el INE, 7 de cada 10 escolares de entre 10 y 15 años tienen teléfono móvil a los 13 años, y a los 13 años, el porcentaje alcanza el 94%. Según el último informe GEM de la Unesco desde 2010 se ha duplicado el tiempo que los adolescentes pasan conectados. Y la pregunta tan si quiera es cuánto tiempo… sino en qué o para qué. Y yo creo que se precisa un acompañamiento a los jóvenes considerando su madurez para que su tiempo de pantalla no derive en un pasivo consumo, en una destrucción de la vida atendiendo estulticias. ¿y en el aula? En Galicia, Castilla-La Mancha y Madrid está prohibido, aunque se delega en el centro la capacidad de decidir su uso bajo fines pedagógicos. Algunos expertos recomiendan prohibir su uso discrecional o recreativo en el colegio, aunque sin que se limite el desarrollo de sus habilidades tecnológicas. Y lo cierto es que los propios autores del informe PISA abogan por no prohibir los teléfonos en las aulas. Quizás, porque, aunque se nos diga lo contrario, las pantallas no aíslan, en palabras de Laura Cano, profesora de UCJC. Los jóvenes recurren a la tecnología para relacionarse, para autoafirmarse. O si se quiere hablar de manera más estricta o científica, según un estudio en una muestra de casi 8.000 participantes validados, las pantallas no dañan el cerebro de los adolescentes.

Y la respuesta creo (y esto es de mi cosecha) que iría por educar, establecer límites, hablar con tus hijos sobre cómo usan la tecnología y qué les aporta en su aprendizaje y su vida diaria.

Incorporación de la tecnología en las aulas

Ahora demos un paso más allá. Hablemos de la incorporación de las tecnologías en el aula o del impulso del currículo STEM junto con las habilidades más blandas. Me preocupa lo primero pues lo segundo lo considero obligatorio. En este sentido encontramos ya una serie de tecnologías de implantación muy transversal como serían las plataformas y aplicaciones que agilizan la entrega del material y la colaboración del alumnado. Todos nuestros hijos las usan ya y sería un enorme retroceso limitarlas o eliminarlas. Ampliar, tenemos que ampliar esos canales de comunicación y trabajar en enriquecer la experiencia de aprendizaje. A mi memoria me vienen las experiencias de realidad virtual donde hemos estado trabajando desde Telefónica y donde, por ejemplo, encontrábamos usos relevantes en términos de presentar arquitecturas o de entender mejor cómo funciona nuestro cuerpo. Mucho se ha hablado también de la robótica educativa para fomentar la creatividad de nuestros alumnos y entrenar así su capacidad de programación: no imagino un trabajo del futuro que no utilice de alguna manera el código. Aunque sin duda la mayor incertidumbre en este momento y seguramente el área de mayor crecimiento proviene de la IA, en especial de la generativa. ¿Cerrar los ojos y dejar que el tren aplaste a nuestros hijos? ¡Para nada!

Recomiendo visitar enlighteED e informarnos, en especial con aquellas charlas más aplicadas, como sería la del divulgador científico Carlos Santana para entender sus potenciales usos en el aula. Ejemplos: cuando explica que la IA generativa será una especie de pequeño profesor a tiempo completo con nuevas dinámicas de estudio y autoevaluación mucho más personalizadas y dirigidas. Y no nos engañemos, si nuestro hijo dice que no la ha utilizado aún… miente. Sentémonos con él y practiquemos, porque la magia de la IA generativa radica en saber preguntarla y auguro aquí un cambio de paradigma: nuestro viejo esquema de búsqueda de conocimiento enciclopédico (soy hijo del s. XX) que se tornó en el modelo de filtro en buscadores (primera y segunda década del s. XXI), seguramente se transforme en saber preguntar para obtener la mejor respuesta. ¡Y me encanta este toque Socrático hacia el que nos dirigimos! Porque para preguntar tienes que disponer de una buena base de cultura y de conocimiento. Para terminar, soy un radical optimista (que no desinformado) y creo que la tecnología, y más si es aplicada en el aula, es fuente principalmente de soluciones y de progreso. Por supuesto hay sombras. No podemos permitir que nadie se quede “atrás” o que nos lancemos a una carrera absurda de consumo y de compra de dispositivos inútiles. Creo que aferrarnos a estereotipos manidos (antes éramos mejores) no ayuda. Apliquemos un análisis crítico y permitamos que nuestros hijos crezcan con estas nuevas habilidades y herramientas entre sus dedos. Para mí esto se llama educación plena.


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