El traspaso de valor de los ciudadanos europeos a las grandes tecnológicas

Internet ha tenido un gran impacto en la economía y la sociedad, en expansión desde su comercialización a mediados de los años noventa. Sin embargo, el actual ecosistema de Internet está muy desequilibrado como consecuencia de las decisiones tomadas en sus inicios y de la evolución del mercado. Para corregir este desequilibrio y sentar las bases de la próxima etapa de Internet en beneficio de los ciudadanos, será necesario adoptar un nuevo modelo más justo y sostenible.

Transferencia de valor
Juan Luis Redondo Maíllo

Juan Luis Redondo Maíllo

- Actualizado

Tiempo de lectura: 9 min

Un ecosistema de Internet con fuertes desequilibrios

El actual ecosistema de Internet europeo está fuertemente desequilibrado. En la última década se ha producido una inmensa transferencia de valor no sólo de los operadores de telecomunicaciones europeos a las grandes empresas de Internet, sino de todos los ciudadanos europeos a estas grandes empresas. Esta situación es difícilmente sostenible y no puede ser la base de la evolución hacia la próxima etapa de Internet, de la Web3 y el metaverso. Esta nueva etapa requiere un nuevo modelo.

El desequilibrio actual tiene su origen en las decisiones adoptadas en los inicios de la Internet comercial, a mediados de los años noventa. Estas decisiones pretendían impulsar el desarrollo de Internet, y sin duda tuvieron un éxito extraordinario, pero también han contribuido a la creación de posiciones de dominio. Estas posiciones han dado lugar a un ecosistema muy desequilibrado en el que: unos pocos actores capturan la mayor parte del valor generado.

El éxito compartido de Internet

Internet es una de las disrupciones tecnológicas que mayor impacto ha tenido en la economía y la sociedad actual. Su éxito se debe a un esfuerzo compartido por todas las empresas y usuarios que, desde el inicio de la era comercial de Internet a mediados de los años 90, han contribuido a su expansión y desarrollo.

En aquellos primeros años, las empresas, y especialmente los operadores de telecomunicaciones, tomaron varias decisiones que favorecieron el desarrollo de Internet y contribuyeron a su éxito. Estas decisiones fomentaron tanto la incorporación de nuevos usuarios como la creación de nuevos contenidos y servicios para atraer a más usuarios.

Por el lado de los usuarios, la decisión más importante fue la oferta por parte de los operadores de telecomunicaciones de tarifas planas de acceso a Internet. Tras unos primeros años en los que el precio del acceso a Internet dependía del tiempo de uso, o del tráfico de datos consumido por el usuario, los operadores de telecomunicaciones empezaron a ofrecer tarifas planas a finales de los años 90, en muchos casos vinculadas a la aparición de una nueva tecnología, el ADSL.

Por el lado de los contenidos, se adoptó un modelo de interconexión entre las distintas redes que componían Internet que favorecía a los proveedores de servicios y aquellos contenidos que no tenían que hacer frente a los costes de hacer llegar sus contenidos a los usuarios. Los proveedores de contenidos en Internet pudieron pensar en contenidos «atractivos», y la generalización de su consumo encontró un aliado en el modelo de interconexión de Internet.

Estas dos decisiones, entre otras, dieron lugar a un círculo virtuoso de creación de contenidos y adopción por parte de los usuarios que ha llevado a Internet a convertirse en el fenómeno global que es hoy la base de la economía y la sociedad digitales del siglo XXI.

Para los operadores, esta apuesta estratégica implicaba que la única fuente de ingresos eran y siguen siendo las tarifas planas de consumo para sufragar, entre otros, los costes de este servicio de acceso y transporte de contenidos.

Han pasado treinta años desde que se tomaron estas decisiones, y el éxito de Internet ha dado lugar progresivamente a un ecosistema digital con fuertes posiciones de dominio de un reducido número de empresas, que se benefician de las ventajas que les otorga el modelo para captar gran parte del valor del ecosistema. Este modelo, fruto de las decisiones tomadas en los años 90 para impulsar y desarrollar el ecosistema de Internet, no es sostenible hoy en día.

Un modelo de tarifa plana para impulsar el acceso a Internet y la demanda de contenidos

La tarifa plana mensual ha sido uno de los elementos más decisivos en la popularización de Internet. Esta tarifa elimina el miedo de los usuarios a acceder a los contenidos si no pueden calcular por adelantado el precio que tienen que pagar. La tarifa plana animó a millones de usuarios a conectarse a Internet con la certeza de un coste mensual conocido.

El éxito de las actuales plataformas de distribución de contenidos en streaming, o de las grandes plataformas de difusión de vídeo, sería inimaginable si no contaran con el apoyo de los usuarios que disfrutan de tarifas planas de acceso a Internet. El éxito de una Internet dominada por los contenidos de vídeo no es concebible sin la existencia de estas tarifas.

En las primeras reacciones, sin duda precipitadas, a la propuesta de los operadores de telecomunicaciones de una contribución equitativa de los originadores de grandes tráficos, sorprendió la comparación con el mercado de la electricidad. Algunas reacciones aludían a una comparación con un mercado eléctrico en el que las empresas de distribución de electricidad exigirían un pago a los fabricantes de electrodomésticos. Es difícil entender esta afirmación cuando se compara un mercado de pago por uso como el eléctrico con un mercado dominado por las tarifas planas.

Basándose en esta diferencia, cualquier comparación es desafortunada. Pensemos en el comportamiento de las empresas con la energía o el tráfico de Internet: nadie deja encendidas las luces o la calefacción cuando no se necesitan. En Internet, no sólo ocurre lo contrario, sino que se fomenta ese uso. Por ejemplo, después de ver un vídeo en Youtube, se reproduce automáticamente otro sin que el usuario lo pida. Youtube consigue más tiempo de visionado de sus contenidos y, por tanto, más ingresos publicitarios sin aumentar sus costes. El operador, por el contrario, aumenta sus costes de red y no genera ningún ingreso extra.

Un mercado de acceso a Internet basado en el pago por uso sería radicalmente distinto. En un mercado así, la reivindicación de una contribución justa por parte de los originadores de grandes tráficos exigiría un análisis diferente. Pero este no es ahora el debate en nuestras sociedades.

Un modelo de interconexión para impulsar la creación de contenidos y servicios

Internet es una red de redes, resultado de la interconexión de miles de redes. En los primeros años de la Internet comercial, se definió un modelo de interconexión entre todas estas redes que buscaba la simplicidad y trataba de favorecer la conexión del mayor número posible de redes.

Todas las redes tenían que pagar por el servicio que las conectaría entre sí, pudiendo acceder a cualquier usuario o contenido en cualquier parte del mundo. En lugar de realizar conexiones directas, este servicio intermedio, denominado servicio de tránsito, era prestado por un reducido número de grandes operadores, que constituían la red troncal de Internet. El resto de las redes debían contratar el servicio de tránsito a estos operadores para acceder a cualquier usuario y contenido de Internet, en cualquier parte del mundo.

Además, las redes también pueden conectarse directamente mediante los llamados acuerdos de interconexión. A diferencia del servicio de tránsito, los acuerdos de interconexión sólo conectan dos redes entre sí, pero no dan acceso a otras redes. Estas conexiones directas siempre se han regido por negociaciones basadas en parámetros como los usuarios y contenidos disponibles en cada una de las redes interconectadas. Muchas de estas negociaciones dieron lugar a acuerdos de interconexión en los que el precio se compensaba y se fijaba en cero entre las partes porque los volúmenes de tráfico intercambiados entre ambas redes eran equivalentes.

Este modelo de interconexión ha favorecido a los grandes proveedores de contenidos. El servicio de transporte de sus contenidos a sus usuarios a través de las redes de los operadores de un determinado país (redes troncales nacionales y redes de acceso) ha sido en gran medida gratuito para los proveedores de contenidos. Gracias a sus modelos de negocio han podido ahorrarse un coste clave en cualquier negocio similar realizado en el mundo físico: el coste de distribución de sus productos y servicios. No es difícil imaginar la gran ventaja que ha supuesto este modelo para este tipo de empresas.

No tener que soportar ese coste de red fomentó la proliferación de proveedores de contenidos y servicios, llevando a Internet al éxito que es hoy. Pero también hizo que estos proveedores de contenidos fueran insensibles al coste real que suponía para los operadores de telecomunicaciones el tráfico que generaban sus servicios.

Un sistema ineficaz e insostenible para los ciudadanos que necesita una revisión

Hasta ahora, este coste ha sido soportado en parte por los usuarios de Internet en sus tarifas de acceso y en parte por los operadores de telecomunicaciones al prestar el servicio mayorista sin remuneración. Si el aumento del tráfico provocado por los nuevos servicios y contenidos genera un incremento de los costes de red de los operadores de telecomunicaciones que pone en cuestión su modelo de negocio. La solución por la que parecen abogar los originadores de grandes tráficos en Internet sería aumentar los precios a los usuarios. Pero el acceso a Internet es un mercado de doble cara, en el que ahora mismo sólo una, la de los usuarios, está pagando por el servicio, pero la otra, la de los originadores de grandes tráficos, no.

Si no cambia el modelo actual, se perpetuará la transferencia de valor de los usuarios a las grandes empresas de Internet. Los usuarios han financiado con sus cuotas de acceso las redes de telecomunicaciones que utilizan estas grandes empresas en su negocio, sin que ellos contribuyan de forma significativa, y con independencia de que los usuarios accedan o no a los servicios prestados por dichas grandes empresas.

Un aumento de los costes provocado por empresas cuyo modelo de negocio no se ve afectado por estos costes crea ineficacia en el conjunto del sistema. El hecho de que tan sólo 6 empresas sean responsables del 60% del tráfico que circula por todas las redes de Europa debería ser una señal muy clara de la necesidad de revisar un modelo tan desequilibrado. Un modelo que beneficia a un número muy reducido de empresas, en detrimento del resto del ecosistema. Si esta situación se produjera en las infraestructuras de transporte del mundo físico, no habría ninguna duda sobre la necesidad de cambiar el modelo.

La exigencia del pago de este precio por el servicio prestado forma parte de la conversación pública de Telefónica desde hace más de diez años. También ha formado parte de la conversación con las plataformas que son grandes generadoras de tráfico. Si este acuerdo racional no ha sido posible, es sencillamente por el poder de mercado del que gozan estas compañías globales.


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