El drástico cambio de Internet en los últimos 10 años

En los últimos diez años todo ha cambiado en Internet: la arquitectura, los modelos de negocio, las posiciones de las empresas. El tráfico de datos se ha vuelto asimétrico, la arquitectura de Internet se ha aplanado y centralizado haciéndose dependiente de unas pocas empresas, los hyperscalers, que además generan la mayor parte del tráfico y cuentan con un gran poder de negociación. Sin embargo, el modelo de negocio de la interconexión asociado a la primera Internet no ha podido evolucionar. El debate sobre la justa contribución de los hyperscalers es también un debate sobre la necesidad de revisar los supuestos de los años 90, a la luz de las nuevas dinámicas competitivas.

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Juan Luis Redondo Maíllo

Juan Luis Redondo Maíllo

- Actualizado

Tiempo de lectura: 10 min

El cambio radical de Internet en los últimos diez años

En el cruce de argumentos y contra argumentos sobre la propuesta de una contribución justa de los grandes generadores de tráfico al coste que inducen en las redes de telecomunicación hay uno que merece una atención especial.   Con frecuencia se menciona que este tema ya se abordó hace más de diez años y no logró el necesario respaldo para salir adelante, y dado que no ha cambiado nada, no tiene sentido volver a plantearlo diez años después. La afirmación de que nada ha cambiado en los últimos diez años de Internet es sorprendente.

Lo cierto es que en estos últimos diez años en Internet ha cambiado todo: la arquitectura de red de Internet ha cambiado, los modelos de negocio han cambiado, el volumen de tráfico ha crecido exponencialmente, y los equilibrios entre las empresas que conforman el ecosistema de Internet han cambiado.

De la internet inicial, basada en páginas web, con multitud de empresas, y un ecosistema equilibrado entre productores y consumidores de contenido, y los operadores de telecomunicación que transportan ese contenido, en la última década se ha consolidado una Internet dominada por un número muy reducido de empresas: los grandes hyperscalers.  Gracias a sus aciertos empresariales y a la tendencia de los modelos de negocio en Internet al “winner takes all”, estas empresas han logrado una posición de dominio en el ecosistema de Internet que en el año 2022 ya es incuestionable e incontestable, dando lugar a un problema estructural que requiere solución. Esta situación ha llevado a regiones como la Unión Europea a impulsar respuestas legislativas como la Ley de Mercados Digitales (DMA).

Si no es posible negar esta realidad, todas las empresas y autoridades implicadas en el futuro y el buen funcionamiento del ecosistema digital deberían pensar que ha llegado el momento de revisar algunas de las reglas y modelos que se acordaron en la era inicial de Internet, y que ya no se ajustan a la realidad del 2022. Es el momento de fijar unos cimientos para la nueva etapa de Internet más sólidos que los actuales, lo que únicamente se puede hacer partiendo del conocimiento de la arquitectura de Internet y su evolución.

Arquitectura inicial de Internet

Internet es una red de redes, constituida por la interconexión de miles de redes. La arquitectura de interconexión de las redes en Internet inicialmente era jerárquica. Existían 3 niveles de redes: las redes de nivel 1 eran redes globales cuya interconexión garantizaba la accesibilidad completa a cualquier contenido o a cualquier usuario en cualquier parte del mundo; las redes de nivel 2 se correspondían con redes regionales, mientras que las redes de nivel 3 eran las redes locales a las que se conectaban los usuarios de Internet y los proveedores de aplicaciones y contenidos (CAPs). El nivel 1 es lo que tradicionalmente se conoce como el backbone de Internet.

En la etapa inicial de Internet, los proveedores de aplicaciones y contenidos y los usuarios se conectaban a un operador que les proporcionaba el servicio de acceso a Internet, y que se encargaba de la conexión a un operador de nivel superior para lograr el tránsito a la Internet global.

arquitectura inicial de internet

Como se observa, la interconexión entre las diferentes redes que configuran Internet se realizaba utilizando dos servicios diferentes. Cuando una red de un nivel inferior se conecta a una red de un nivel superior, paga por el denominado servicio de tránsito. Este servicio permite que un usuario de esta red puede alcanzar cualquier destino, o acceder a cualquier contenido, alojado en cualquier red conectada a Internet. Las redes del mismo nivel también podían interconectarse directamente mediante los acuerdos de peering (interconexión entre iguales). Al interconectar directamente dos redes, se evita el uso del servicio de tránsito. Estos acuerdos daban acceso directo a los usuarios y contenidos de las dos redes que se interconectan, pero no proporcionaban visibilidad de los usuarios y contenidos de otras redes.

A nivel comercial, en los acuerdos de tránsito pagaba la red “inferior” a la “superior” por el servicio. En cambio, los de peering se basan en criterios no reglados sobre el número de usuarios y proveedores de contenido con los que cuenta cada una de las redes, y sobre el tráfico intercambiado. Dado que los operadores que querían interconectarse solían tener estructuras de red similares, los servicios -y los costes asociados a los mismos- que se prestaban mutuamente eran comparables. La asunción implícita de simetría de redes (especialmente la simetría en redes de acceso) y costes conducía en muchos casos a acuerdos de peering gratuitos basados en el supuesto de que los pagos realizados para cubrir los costes inferidos en la red de la contraparte se netearían por los pagos recibidos de dicha contraparte. El parámetro de simetría en el intercambio de tráfico se convertía en este modelo inicial de Internet en un criterio guía en la negociación de los acuerdos de peering.

El aplanado de la arquitectura de Internet

La arquitectura de Internet ha tenido que adaptarse a las nuevas necesidades derivadas de un crecimiento exponencial del tráfico de video (o streaming de vídeo). A lo largo de los años se han introducido varios elementos que han cambiado drásticamente la arquitectura de Internet. Por un lado, el vídeo requería capacidades que la arquitectura básica de Internet no podía proporcionar. Eso llevó a la introducción de un elemento, los CDN (Content Delivery Networks), clouds especializadas en distribución de vídeo que reducían las necesidades de incremento de capacidad en las redes de nivel superior (1 y 2), y disminuían la latencia (el tiempo en que el contenido tarda en llegar al usuario final), mejorando así la experiencia de usuario.Por otro lado, a medida que los grandes gigantes de Internet fueron creciendo y consolidando su modelo de plataformas, comenzaron a crear sus propias redes de transporte de forma selectiva (en los niveles más rentables) y su propia infraestructura selectiva de CDN.

Este cambio ha supuesto una completa transformación en la arquitectura técnica de Internet. Sin embargo, el modelo comercial de interconexión asociado a la arquitectura inicial de Internet no ha sido capaz de evolucionar. Ninguna de las reglas de interconexión que se crearon para la Internet inicial ha podido cambiarse. O más bien podríamos decir que los grandes gigantes de Internet no han permitido que estas reglas cambien, dado el beneficio que obtienen de este modelo de interconexión, y apalancados en su incontestable dominio del mercado para imponer reglas y condiciones.

Con la introducción de estos elementos, Internet ha evolucionado en los últimos diez años a una red más plana donde desaparecen los niveles y la jerarquía inicial. Los hyperscalers que han alcanzado la posición de dominancia y las escalas de negocio suficientes para ello, se conectan directamente a las redes de muchos operadores en sus niveles menos costosos, pero no como usuarios de Internet, como lo hacían en la etapa inicial, sino como “Operadores” utilizando los acuerdos de peering. La creación de su propia infraestructura les ha permitido a los grandes hyperscalers evitar no sólo el pago de los costes de tránsito de Internet, sino también el coste de distribución de su contenido, ganando así una ventaja competitiva frente al resto de agentes que no tienen una posición de dominancia y por tanto no pueden forzar acuerdos de peering gratuitos.

La arquitectura de Internet ha pasado a ser altamente centralizada y dependiente de unos pocos actores, los grandes hyperscalers.

aplanado de la arquitectura de internet

¿Usuarios de Internet, Operadores de Telecomunicaciones o Proveedores de Contenidos?

La mayoría del tráfico en tránsito de Internet es generada ahora por los grandes hyperscalers.  Además, la entrega de su contenido a los consumidores finales se realiza pasando por alto la jerarquía tradicional de Internet. Hoy en día 3 de los 5 principales proveedores de conectividad de tránsito a Internet son hyperscalers. Estas compañías pueden llegar a la mayoría de las redes directamente sin pasar por la jerarquía de Internet.

Sin duda es el momento de preguntarse si los gigantes de Internet son proveedores de conectividad bajo la supervisión de las Agencias Nacionales de Regulación y sujetos a sus decisiones, proveedores de aplicaciones y contenido, o usuarios de Internet, obligados a pagar por el servicio de conectividad recibido. ¿Cuál es el papel que deben jugar en el modelo de interconexión de Internet?

La ventaja de no pagar los costes de uso de las redes de los operadores

Cuando el tráfico de los grandes proveedores de aplicaciones y contenidos se incrementó, y cuando estas compañías llegaron a agrupar la mayor parte del tráfico de Internet, crearon su propia red privada para evitar las tarifas de tránsito. Redujeron su conexión a los operadores locales en las condiciones tradicionales, y se conectaron a otras redes imponiendo no pagar sus tarifas de acceso, forzando un peering gratuito.

Estas empresas se convirtieron en una “categoría” no contemplada inicialmente en el modelo de interconexión de Internet: dejaron de ser usuarios de Internet para pasar a convertirse en unos operadores de red “especiales” que no contaban ni con red de acceso ni con red nacional, pero que contaban con unos contenidos que les proporcionaban una posición de claro dominio en la negociación de los acuerdos de peering.

Es esencial entender que cuando un hyperscaler negocia un acuerdo de peering con un operador de telecomunicaciones, no lo hace bajo los mismos principios en que se negocian los acuerdos de peering entre operadores. Proveer contenidos y aplicaciones esenciales (por la demanda de los consumidores) les proporciona un poder de negociación que normalmente desemboca en acuerdos de peering gratuitos. Exigen la ventaja de no tener que pagar por utilizar el servicio de transporte de su tráfico que proporcionan los operadores.

No parece que esto sea una muestra de un poder de negociación equilibrado entre operadores y grandes hyperscalers. Más bien es la muestra de la distorsión de un mercado que al no adaptarse a la evolución de Internet solo puede desembocar en una situación insostenible, dominada por unas empresas que definen las reglas, las condiciones, y que logran capturar la mayor parte del valor generado en el ecosistema digital.

Mezclar la realidad de las redes con la realidad de los grandes hyperscalers en el mercado de interconexión ha dado lugar a una distorsión del mercado. La actual definición del mercado de interconexión de Internet ya no es relevante, al no considerar la realidad del nuevo modelo de interconexión basado en la infraestructura de CDNs y cloud con la que cuentan los hyperscalers.

Dado que esta situación nunca estuvo contemplada en el modelo original de Internet debería llevarnos a pensar que ha llegado el momento de plantear si estos son los cimientos adecuados para financiar el esfuerzo inversor que afrontar los operadores de telecomunicaciones para desplegar las redes troncales nacionales y las redes de acceso.

El imprescindible debate sobre cómo construir un ecosistema digital más justo y sostenible

El debate de la contribución justa de las grandes empresas de Internet es el debate sobre la necesidad de revisar unos supuestos que se crearon en los años 90, y que 30 años después se siguen aplicando sobre una Internet que poco se parece a esa Internet que nació en los 90.

Es legítimo que las empresas que más se han visto favorecidas por esas reglas quieran conservarlas incluso en la era de la Web 3.0, pero existe un amplio consenso global de que para poder garantizar un ecosistema de Internet más justo y equilibrado es preciso revisar esas reglas. Los legítimos contraargumentos sobre las reclamaciones de los operadores de telecomunicaciones deberían basarse sobre datos y hechos de la Internet actual, y no sobre los de una Internet que ya no existe.


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