Simplificación Regulatoria: una agenda que Europa ya no puede aplazar

El Symposium for Regulatory Simplification de la OCDE ha vuelto a evidenciar algo que Europa ya no puede aplazar, necesita un cambio profundo en su cultura regulatoria. No basta con recortar trámites o actualizar normas; se trata de entender la regulación como una auténtica política industrial, capaz de impulsar inversión, innovación y escala en sectores estratégicos.

Simplificación Regulatoria - una agenda que Europa ya no puede aplazar
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Paloma Villa Mateos Seguir

Tiempo de lectura: 7 min

Esta semana, el Symposium for Regulatory Simplification celebrado en la OCDE ha vuelto a poner sobre la mesa un debate que Europa no puede seguir postergando: la necesidad de un cambio profundo en la cultura regulatoria de sus instituciones. No se trata sólo de actualizar normas o de reducir trámites; se trata de entender la regulación como una política industrial en sí misma. Y hoy, eso es clave para nuestra competitividad.

En París, responsables públicos, empresas y organismos internacionales debatimos sobre los excesos de complejidad acumulados en los últimos años. Valdis Dombrovskis, responsable en la Comisión Europea del área de Economía, Productividad y Simplificación Legislativo-Regulatoria, abrió la segunda jornada con un mensaje claro, “la UE debe pasar de producir regulación a gestionar regulación; de legislar mucho a legislar mejor”.

Tras los informes Letta y Draghi, Bruselas está empezando a reconocer que el exceso de normas y que la proliferación de modelos regulatorios divergentes está erosionando la capacidad de Europa para atraer inversión, innovar y escalar proyectos tecnológicos.

La complejidad como freno estructural

La complejidad regulatoria ya no es un problema técnico; es un freno estructural para la productividad y la innovación. Sectores estratégicos — desde la conectividad hasta la energía — operan bajo marcos superpuestos que exigen recursos, tiempo y capital, sin generar beneficios equivalentes en protección o eficiencia.

Europa ha construido un ecosistema en el que las normas se acumulan, rara vez se revisan y, con frecuencia, se aplican de manera desigual entre países, entre instituciones o entre los sectores público y privado. Esto no sólo genera incertidumbre, sino que reduce la inversión en infraestructuras críticas, ralentiza la digitalización de las pymes y resta competitividad a nuestras empresas frente a modelos regulatorios más ágiles en Estados Unidos o Asia.

Regular por diseño, simplificar por diseño

La conclusión es evidente: la simplificación tiene que formar parte del diseñoregulatorio desde el principio, no ser un ejercicio posterior de poda o corrección.

La OCDE también insiste en ello en sus principios de Better Regulation. Las discusiones de esta semana señalan cinco ejes que Europa debería asumir: 

  • Considerar toda la gama de herramientas regulatorias de las que disponen los gobiernos.
  • Mejorar la interacción con las empresas y otros grupos de interés para informar las decisiones regulatorias.
  • Comprometerse con una aplicación de la regulación eficaz y eficiente.
  • Evaluar de forma periódica el conjunto existente de normas.
  • Aumentar la cooperación entre las instituciones regulatorias a nivel local, regional e internacional.

La buena regulación es la que ofrece claridad, proporcionalidad y coherencia. La que permite innovar y escalar. La que genera confianza. La que no convierte cada nueva tecnología en un problema, sino en una oportunidad.

La visión empresarial: competitividad y eficiencia

En este contexto, la participación de Telefónica durante el simposio refleja la posición de quienes somos actores clave en la transformación digital europea, la regulación debe dejar de ser un lastre y convertirse en un habilitador.

Como decía esta semana Business at OECD en su posición oficial, la regulación debe abordarse desde un enfoque de ciclo de vida. No basta con medir su coste inmediato; hay que entender sus efectos dinámicos sobre la innovación, la competencia, el empleo y la eficiencia económica. Una norma que ralentiza inversiones o duplica requisitos puede neutralizar beneficios previstos en materia de protección o equidad.

Desde nuestra perspectiva, defender la simplificación es defender una regulación más efectiva, más estratégica y mejor alineada con los desafíos tecnológicos que vienen — desde la inteligencia artificial hasta hasta la seguridad, el despliegue de infraestructuras avanzadas o la gestión del espectro.

La gran oportunidad de Europa

La UE tiene ahora la oportunidad y la necesidad de reformular su cultura regulatoria. Si no lo hace, el riesgo es claro. Quedarnos atascados en un entorno donde la regulación pretende proteger, pero termina limitando la inversión, la innovación y la capacidad de competir en un mercado global que avanza mucho más rápido.

La buena noticia es que el debate está ganando tracción. Lo que hemos visto en la OCDE esta semana es un cambio de tono. Y es urgente consolidarlo para pasar de la retórica a la implementación.

En este contexto, iniciativas como el Digital Omnibus son una pieza clave. Su objetivo es ordenar, simplificar y armonizar el entramado actual de normas digitales que afectan a operadores, plataformas, pymes y usuarios. Pero su verdadero potencial dependerá de algo más profundo, de integrarlo de manera coherente con la política industrial europea, para que la regulación deje de ser un freno y se convierta en un motor de competitividad, inversión y escala.

Europa necesita reglas simples, claras y predecibles. Necesita revisar lo que ya existe. Necesita medir impacto real. Y necesita, sobre todo, una nueva cultura regulatoria que no mida su éxito por el número de normas adoptadas, sino por los resultados que generan en términos de crecimiento, inversión, capacidad de escala y bienestar social.

Simplificar para prosperar

En un momento en que la conectividad, los datos y la inteligencia artificial son ya la infraestructura esencial de la economía, regular bien es tan importante como invertir bien. La simplificación regulatoria no es una opción técnica, es una decisión estratégica para la Europa que quiere competir, atraer talento y acelerar su transformación.

Simplificar no es renunciar a la protección; es reforzarla. Simplificar es asumir que la regulación debe sumar, no restar, y que Europa no puede permitirse otro ciclo de complejidad improductiva.

Ese es el mensaje que nos deja París esta semana, un mensaje que debemos llevar de manera decidida a todas nuestras instituciones.

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