Según Draghi y su informe realizado a petición de la UE será necesaria una inversión mínima anual de 750-800 mil millones de euros en tecnologías punteras para cerrar el GAP con las otras geografías que ya nos imaginamos: EE. UU y China. Si no tomamos medidas en breve nuestro continente será un espacio irrelevante de progreso.
¿Y qué nos diferencia de estos grandes países también en plena transformación digital? Las fronteras: fronteras culturales, lingüísticas y sus diferencias sociales y económicas en los Estados Miembros junto a la heterogeneidad de las regiones. Estas fronteras podrían actuar como barreras “invisibles” a la difusión de la digitalización y de la innovación, e indirectamente servir de frenos de la mejora de la productividad al impedirse un contagio real de la digitalización de aquellas regiones más avanzadas a las menos, creándose así un fenómeno de “paradoja de la productividad”. Y aunque intentamos crear regulaciones y leyes con fuertes valores tal que “nadie se quede atrás”, pudiera suceder, contrariamente a lo esperado, que se fortaleciesen las diferencias entre los más ricos (áreas altamente urbanizadas con sectores intensivos en tecnologías) y los más pobres. Es decir, estaríamos creando una dinámica nefasta que se denomina “Efecto Mateo”, donde gracias a la tecnología como la IA y a su desbloqueo de posibilidades, los más ricos podrán serlo un poco más mientras que los menos competitivos vayan quedándose poco a poco rezagados.
Bajo este contexto y enmarcado en mi tesis doctoral, gracias a la UPM, Cátedras Telefónica y Fundetel, hemos publicado un artículo en Telecommunications Policy, una de las más señeras y emblemáticas revistas del sector y que arroja luz acerca de las siguientes preguntas:
¿En qué medida son homogéneos los procesos de digitalización entre regiones adyacentes de la UE? ¿Qué papel juegan la competitividad de nuestros países y sus regiones en estos procesos de contagio espacial?
A tal fin hemos considerado las 240 regiones europeas y datos provenientes de Eurostat que miden la digitalización bajo un amplio sentido, así como hemos usado un indicador denominado RCI (Regional Competitiviness Index) publicado por la UE, que mide la competitividad regional de nuestras regiones. Hemos utilizado además herramientas analíticas a fin de delimitar cuáles de estas variables han sufrido un mayor contagio entre regiones geográficas colindantes en los últimos años y finalmente hemos aplicado una “clusterización” a todas las regiones, construyendo una especie de matriz regional entre digitalización y competitividad.
Y estos son algunos de los aspectos reseñables
En la Unión Europea, la digitalización y la competitividad tienden a delimitarse por países, y las regiones capitalinas suelen estar a la cabeza en ambos aspectos.
Para que una región sea muy competitiva, generalmente necesita un alto nivel de digitalización, aunque algunas zonas industriales europeas sean la excepción (Hamburgo y Lombardía).
Los efectos de la digitalización tienden a quedarse dentro de las fronteras de cada país, limitando la influencia entre países muy a pesar de las políticas digitales actuales de la Unión Europea.
Las regiones más avanzadas (por ejemplo, un área contigua que delimita Países Bajos, gran parte de Dinamarca y Bélgica, así como las regiones capitalinas de Suecia y Finlandia) sí que funcionan como verdaderos centros que impulsan el desarrollo y la convergencia con sus regiones vecinas, pero existen grandes diferencias entre otras regiones y áreas geográficas donde no tiene lugar este proceso, inclusive dentro de un mismo país (esto se aprecia por ejemplo en la Península Ibérica o en un amplio espacio geográfico de Europa Oriental donde no funciona apenas el contagio).
Como principal conclusión, pues, existe un importante efecto nacional tanto en los procesos de digitalización como de competitividad en la UE; y el esperado proceso de contagio regional debiera ser acelerado urgentemente mediante el Mercado Único Digital que persiga “romper las fronteras” y crear una armonización de las regulaciones nacionales y que destruya así las trayectorias divergentes y heterogeneidades de las regiones europeas en su conjunto. Y como segunda conclusión, que la simple inversión en tecnologías avanzadas no será suficiente, sino que se hacen precisos mecanismos de intercambio de conocimiento y transferencia a través de las diferentes industrias tecnológicas y las diferentes regiones europeas.