Recuerdo mis inicios en Telefónica, con apenas 23 años, tenía muchas ganas, curiosidad… y también de dudas. Pero no estaba sola. Había una red de compañeros que me veían con buenos ojos y con los que compartías el día a día, desde el primer café de la mañana, comida y muchas veces hasta cenas, con quienes podía desahogarme después de una reunión complicada, celebrar una pequeña victoria o simplemente preguntar sin miedo, porque sabia que no me juzgarían al contrario me ayudarían para aclarar mis dudas y compartir su conocimiento.

Esa red que no era formal sino más bien eran mis puntos de referencia, me enseñaron mucho: sobre procesos de Telefónica, sobre protocolos… y sobre cómo moverse con respeto y agilidad dentro de esta gran compañía.
¿Qué son realmente las redes de apoyo en el trabajo?
Creo que esto siempre lo he afirmado, no se trata solo de llevarse bien con la gente del equipo, aunque siempre digo que esto ayuda mucho en el día a día. Las redes de apoyo van mucho más allá, son esos lazos de confianza que se van tejiendo con el tiempo y muy poco a poco, con personas que están ahí cuando el trabajo aprieta y agobia, cuando la vida personal se cruza con lo profesional, o simplemente cuando necesitas alguien que te escuche sin juzgar.
Pueden ser compañeras o compañeros del día a día, exjefes que se convirtieron en mentores, gente de otras áreas con la que conectas desde lo humano, o incluso comunidades externas con las que compartes inquietudes. Lo importante no es de dónde vienen, ni cuantos son, sino lo que te aportan.
Y no lo digo solo por experiencia propia, o por lo que he ido mirando en el entorno, aunque también, sino porque hay estudios que lo confirman: por ejemplo, Gallup dice que quienes tienen una amistad fuerte en el trabajo son mucho más comprometidos, y hasta rinden mejor. Y en Harvard Business Review hablan de cómo estas conexiones ayudan a bajar los niveles de estrés y a sentirse más acompañado, especialmente en entornos exigentes.
Tener una red de apoyo en el trabajo no es un lujo, es una necesidad. Porque no estamos hechos para resolverlo todo solos. Y cuando tienes a alguien con quien hablar, con quien compartir dudas o celebrar los logros, todo pesa un poco menos.
¿Por qué importan tanto las redes de apoyo?
Porque el trabajo no es solo cumplir con tareas o entregar resultados, También se trata de cómo te sientes mientras lo haces. Y siempre digo uno se tiene que levantar con ganas de trabajar y en eso, las redes de apoyo hacen toda la diferencia.
La importancia de esas personas que te escuchan cuando el día se pone cuesta arriba, cuando aparecen incidencias en producción, cuando nos rechazan ese entregable, o simplemente las prioridades cambias, y es aquí donde te ayudan a pensar mejor cuando estás llena de dudas. Las que te empujan a dar ese paso que no te atrevías o simplemente te dicen “tú puedes” en el momento justo.
A veces ni siquiera se trata de soluciones y muchas veces no las hay, si no solo de hecho estar ahí, con presencia y buena voluntad. Y eso ya vale mucho y te abre el mundo, te saca de esa nube negra que te llena de negatividad.
Y si hay algo que he comprobado una y otra vez, es que en cada paso importante que he dado, me he encontrado con personas generosas y bondadosas. Gente que ayuda sin esperar nada a cambio, que comparte su experiencia, su tiempo, o una palabra de aliento. Personas que no compiten, acompañan. Y eso, sinceramente, no se olvida.
Pero… ¿por qué a veces cuesta tanto construir redes de apoyo?
Porque no nos enseñaron a hacerlo, no es algo natural y además crecimos con la idea de que pedir ayuda era signo de debilidad, que mostrarse vulnerable podía jugar en tu contra. Y en el trabajo más aún, porque muchas veces se valora más al que “puede con todo” que al que levanta la mano y dice “necesito apoyo”.
El día a día tampoco ayuda, estamos tan enfocados en cumplir plazos y objetivos, se nos olvida mirar al lado. Preguntar sinceramente cómo está el otro, si necesita algo, si podemos hacerle la jornada un poco más liviana, yo escucho a muchas personas que lo hacen por cumplir y notas que no es verdadero ni con la intención real.
Personalmente, creo que mi forma de ver las redes de apoyo también viene de algo más profundo. Soy hija única, y desde siempre aprendí a buscar en los demás esa compañía que no tenía en casa. Para mí, abrirme a otros, pedir ayuda o simplemente conectar desde lo humano nunca fue un problema. Fue algo natural, incluso necesario para sobrevivir muchas veces desde el colegio o simplemente el parque para jugar con otros niños. Y quizás por eso nunca me ha dado vergüenza pedir apoyo, ni miedo a que me digan que no, y mucho menos reconocer errores porque no lo hago esperando algo a cambio, sino desde un lugar auténtico.
Las redes de apoyo no aparecen por arte de magia, ni tampoco te venden pases, no se asignan, no se heredan. Se construyen. No se trata de forzarlas, pero sí de cultivarlas. Y eso implica abrirse, escuchar de verdad, estar disponibles y también dar sin esperar nada.
El psicólogo organizacional Adam Grant, en su libro Give and Take, profundiza justo en esto. Después de años de investigación, demuestra que las personas que actúan como “givers”, así los llama él, las que ayudan, comparten y colaboran de forma genuina, no solo hacen mejores a sus equipos, sino que también logran más éxito a largo plazo.
Lo más potente es que rompe con el mito de que “los buenos siempre pierden”: en realidad, quienes dan desde la generosidad construyen relaciones más sólidas, duraderas y significativas.
Si te interesa cómo nos relacionamos en el trabajo y qué hace que ciertos equipos funcionen mejor que otros, te recomiendo muchísimo leer Give and Take. Es uno de esos libros que te cambian la forma de ver el trabajo… y también a las personas, yo me enganché y me sentí identificada.
Cómo podemos construir una red auténtica
Desde mi punto de vista, creo que todo parte por algo muy simple, siempre hay que dar espacio para conversar más allá de lo técnico, es muy fácil hacernos un momento para mirar al otro con atención real, sin apuro, no tener miedo a agradecer, reconocer, celebrar los logros de quienes nos rodean, y compartir no solo lo que ha salido bien, sino también los errores, los tropiezos, lo que aprendimos cuando las cosas no resultaron como esperábamos.
Y, sobre todo, estar disponibles. A veces, cinco minutos de escucha sincera pueden hacer una gran diferencia.
Las mejores redes no nacen de los organigramas ni de los cargos. Nacen de la empatía, de las ganas genuinas de conectar desde lo humano
Este último año he tenido la suerte de formar parte de la Woman Network que es la red de Mujeres de Telefónica Innovación Digital, y también de Seed, que forma parte de la organización de esta red.
Lo que más valoro es que allí no pensamos solo en lo que necesita cada una de manera individual, sino en cómo crecer juntas, buscamos opciones reales de desarrollo profesional, oportunidades para fortalecer habilidades, y muchas veces simplemente nos damos ese espacio tan necesario para compartir experiencias, conversar con confianza y acompañarnos sin juicio.
Ser parte de esta red me ha llenado el corazón y ganas de seguir formando parte, he conocido personas muy valiosas, con las que no siempre comparto proyectos, pero que han sido fundamentales en mi camino. Mujeres que me han apoyado sin esperar nada a cambio, con generosidad y ganas de construir comunidad. Y eso, sinceramente, se agradece desde lo más profundo.
Nadie llega lejos completamente solo
Y si hoy tú ya tienes una red, cuídala. Hazla crecer. Y si aún no la tienes, no hace falta esperar el momento perfecto, puedes comenzar con algo pequeño. Una conversación sincera, una mano extendida, una escucha sin interrupciones.
A mí, cada una de esas redes me ha marcado. Y aunque los equipos cambien, los nombres roten y los proyectos terminen, los lazos que se construyen desde el respeto y la generosidad… permanecen.
Porque cuando te encuentras con personas buenas en el camino, el camino se vuelve más llevadero… y, sobre todo, mucho más humano.