No son tiempos de confrontación sino de colaboración

El presidente de Telefónica y de GSMA reivindica el papel crucial de las telecomunicaciones en un futuro basado en la cooperación.

José María Álvarez-Pallete

José María Álvarez-Pallete

- Actualizado

Tiempo de lectura: 8 min

Durante los próximos minutos intentaré explicarles por qué soy un hombre con suerte. No va a ser fácil, pero tengan paciencia durante un tiempo.

Vivimos en una época de conflictos, aparentemente en todas partes y sobre cualquier tema.

  • Entre Oriente y Occidente.
  • Entre la verdad y las fake news.
  • Entre la privacidad y los servicios gratuitos.
  • Entre la soberanía y las grandes plataformas digitales.
  • Entre los viejos modelos industriales y el cambio climático.
  • Entre la automatización y la creación de empleo.
  • Entre la digitalización y la igualdad.

Nuestra sociedad ha perdido el optimismo.

Nuestros adolescentes temen que el cambio climático sea irreversible. Muchos de nuestros ciudadanos piensan que el progreso tecnológico destruirá sus empleos, erosionará sus libertades e impondrá valores que consideran ajenos.

Muchos piensan que el futuro será peor para casi todos.

A pesar del inmenso progreso material que la tecnología y la razón han aportado a la humanidad en estos últimos doscientos años…

A pesar de que vivimos más tiempo y de manera más saludable y cómoda que nuestros bisabuelos…

A pesar de que la erradicación total del hambre y la pobreza es por primera vez en la historia un objetivo alcanzable…

A pesar de que hoy el mundo está más conectado…

A pesar de todo esto, estamos perdiendo la fe en nosotros mismos y en nuestro futuro.

No es un sentimiento arbitrario. Hay razones que justifican este estado de ánimo. La principal es que el vínculo entre el progreso material y el progreso ético se ha difuminado.

Las convulsiones del siglo XX y los desconcertantes acontecimientos de los albores del siglo XXI, como lo que está ocurriendo ahora mismo en Ucrania, nos han recordado que la tecnología carece de valores.

La tecnología nos da el poder de cambiar y hacer más cosas, pero ese poder puede usarse para bien o para mal.

Cuando la tecnología promueve valores hiperindividualistas en detrimento de valores como la solidaridad, la empatía social o el mero contacto entre personas, la sociedad desconfía de ella y de quienes la proporcionan. 

Vivimos una nueva era; la revolución tecnológica más profunda de la historia de la humanidad. Se espera que su impacto sea cuatro veces mayor que el de la Revolución Industrial. Todo está sucediendo a una velocidad increíble.

La pandemia ha sido como una máquina del tiempo que ha acelerado aún más la digitalización, y esto es irreversible.

Esto acaba de empezar. La conectividad de banda ultraancha ya está aquí.

La capacidad de procesamiento y almacenamiento crece exponencialmente y se traslada a la nube.

La realidad virtual, aumentada y mejorada está cambiando la forma en que lo vivimos todo. El internet de las cosas y el big data están produciendo y manejando enormes cantidades de datos.

Y queda más por venir: blockchain, computación cuántica, ciberseguridad, edge computing, 5G standalone e inteligencia artificial.

Ya casi ha llegado un nuevo mundo inmersivo con la Web3 y el metaverso. Ya ofrecen una disrupción increíble.

Estas tecnologías están redefiniendo la sociedad y la economía en la que vivimos. Pero nada de esto puede existir sin la conectividad de banda ultraancha que proporcionan las redes 5G y de fibra.

La base de esta nueva realidad inmersiva será la infraestructura más avanzada tecnológicamente, construida para hacer avanzar al mundo.

Estamos instalando las redes del futuro, basadas en conceptos como la virtualización, la «cloudificación», las arquitecturas abiertas, el edge computing o las funciones nativas en la nube.

Todo ello, combinado con el potente aprendizaje automático y la inteligencia artificial, acercará el tan ansiado ideal de las redes verdaderamente autónomas.

Esto implica el ideal del cero. Cero esperas. Cero contacto. Y cero problemas. Supone un gran reto. Como industria somos conscientes de ello.

Entramos en una nueva era de superconectividad.

Esto no sucederá sin nosotros. Nuestro sector es crucial, porque…

Hemos construido y seguimos construyendo las infraestructuras digitales del siglo XXI.

Hemos hecho y seguimos haciendo posible todos los nuevos servicios digitales.

Hemos hecho y seguimos haciendo asequible la conectividad.

Hemos digitalizado y seguimos digitalizando el mundo.

Hemos sido y seguimos siendo esenciales durante la pandemia y siempre.

El sector de las telecomunicaciones cambia radicalmente la vida de las personas en todo el mundo. En los últimos 25 años ninguna otra industria ha contribuido al bienestar económico y social como este sector.

Podemos decir con orgullo que:

Sin nosotros, la revolución tecnológica más profunda de la historia de la humanidad no se habría producido.

Sin nosotros, las partes menos desarrolladas del mundo habrían quedado dramáticamente desconectadas de la revolución digital.

Sin nosotros y nuestra resiliencia, el mundo se habría detenido por completo durante la crisis sanitaria.

Hemos hecho nuestro trabajo. Estuvimos ahí cuando se nos necesitó. Siempre hemos sido parte de la solución.

Para lograr una nueva era de superconectividad necesitamos un nuevo marco. Una nueva era de colaboración hipersectorial.

Debemos crear un entorno que aporte valor a todos, que permita a todos obtener una rentabilidad justa.

Aquí estamos:

Respetamos a todos los integrantes de la nueva economía. Pero también merecemos respeto.

Queremos competir en igualdad de condiciones. El mismo servicio, las mismas reglas, las mismas obligaciones.

No pedimos privilegios; solo justicia.

Pedimos un marco que proteja a todos los ciudadanos digitales.

Permítannos competir en el nuevo mundo. También es nuestro mundo.

El tráfico de datos crece hasta un 50 % cada año. El reto de la inversión es enorme y merece especial atención. La carga de la inversión necesaria para gestionar este creciente volumen de tráfico debería recaer justamente en quienes la imponen.

El sector de las telecomunicaciones es la puerta del futuro.

Necesitamos un sector de telecomunicaciones fuerte y sostenible.

Esta nueva era también requiere nuevos valores para que sea una era de oportunidades para todos.

Tenemos la responsabilidad de garantizar que esta nueva realidad refleje lo mejor de los principios del mundo físico, lo mejor de nuestras sociedades democráticas y abiertas, lo mejor de nuestros valores.

Necesitamos un nuevo contrato social.

Los seres humanos nunca deben clasificarse según su acceso a la digitalización. No debería haber distinción entre los que tienen acceso al nuevo mundo digital y los que no.

La educación, las competencias digitales y la empleabilidad son herramientas clave para luchar contra la brecha de la desigualdad.

Trabajando juntos podremos hacer grandes cosas de forma rápida. El compromiso con la inclusión digital debe unir a todo el sector, y también debemos colaborar con el sector público.

El cambio climático es el mayor reto al que se enfrenta la humanidad. Nuestro sector tiene mucho que aportar. Resumiendo, no hay transición energética sin digitalización.

A pesar del aumento exponencial del tráfico, este sector ha logrado una impresionante reducción del consumo de energía. Nos hemos comprometido a alcanzar las cero emisiones netas en 2025. Pero nuestra principal contribución a la transición verde va mucho más allá.

Nuestro sector tiene el poder de transformar otros sectores. Nuestros productos y servicios permiten a otros sectores avanzar en la eficiencia energética.

Las viejas reglas no pueden hacer frente al nuevo mundo.

Nos adentramos en un territorio inexplorado y las reglas aún no están escritas.

Necesitamos valores para rellenar los vacíos.

Si lo hacemos bien, nos traerá oportunidades para todos.

Si lo hacemos bien, recuperaremos una confianza que se ha sido afectada por las noticias falsas, los trolls, los bots y la ciberdelincuencia.

Si lo hacemos bien, recuperaremos nuestra propia privacidad y la soberanía digital, ya que los datos forman parte de nuestra dignidad.

Si lo hacemos bien, esta revolución digital traerá consigo el progreso social.

Porque el mundo digital debe ser un mundo mejor.

Es nuestra responsabilidad colectiva difundir los beneficios de la digitalización y asegurarnos de no dejar a nadie atrás.

Ha llegado el momento de desencadenar una nueva era.

Una revolución histórica sin precedentes requiere defender nuestros valores y derechos en el nuevo mundo. Se trata de dignidad, solidaridad, responsabilidad, cohesión social y un mundo más verde. Se trata de los valores.

Debemos ser conscientes del enorme poder de la tecnología, para bien y para mal. Pero no es el momento de la tecnología. La tecnología ya está aquí.

Es el momento de poner a las personas y los valores en el centro.

En un momento en que la tecnología está más presente que nunca en nuestras vidas, no podemos olvidar que son las personas las que dan sentido a la tecnología y no al revés.

La visión de la GSMA es liberar todo el poder de la conectividad para que las personas, la industria y la sociedad prosperen.

Nuestros problemas nunca se han resuelto con menos ciencia, menos innovación o menos tecnología.

Las mejoras siempre han llegado cuando hemos impulsado el progreso. Cuando hemos confiado en el futuro.

Cuando nuestra sociedad ha sentido como propios los avances de la comunidad científica y del ecosistema empresarial. Esto es lo que permite industrializar el conocimiento y crear nuevos servicios.

Cuando los estados y las empresas han colaborado. Siendo positivos. 

Soy optimista. Tal vez, un optimista preocupado, pero optimista.

Sé que no avanzaremos si no reescribimos el nuevo contrato social entre ciencia, empresa y sociedad.

Restablecer el consenso y liberar la energía creativa de la esperanza. Pero también sé que podemos hacerlo.

Ese es el verdadero cambio, la gran innovación social que puede restaurar el puente entre el progreso material y el ético.

Necesitamos un liderazgo responsable.

No es el momento de la confrontación ni del conflicto. No es momento de guerras. Es el momento de colaborar.

No es el momento de excluir ni de construir muros. Es tiempo de la inclusión y de abrir puertas.

Estamos muy orgullosos de lo que hemos hecho, lo que estamos haciendo y lo que haremos como sector.

El sector de las telecomunicaciones estará ahí, desempeñando un papel fundamental y cumpliendo su principal propósito.

La mejora del bienestar siempre ha llegado cuando se ha fomentado el progreso.

Cuando hemos tenido confianza en el futuro.

Cuando la sociedad ha sentido como suyos los logros tecnológicos.

Juntos podemos ser muy ambiciosos.

Juntos podemos hacer cosas increíbles y ofrecer beneficios increíbles para todos.

Por eso soy una persona con suerte. Estoy aquí en Barcelona, una ciudad increíble. Trabajo en una empresa increíble, en un sector increíble, en una época increíble.

Y presido la GSMA.

Empecemos hoy, aquí y ahora, en el Mobile World Congress 2022, y demos rienda suelta a esta nueva era.

Gracias.

Discurso de JMAP en la apertura del MWC 2022


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