La importancia de la desconexión digital en un mundo hiperconectado

Vivimos en una era repleta de estímulos. Desde que suena la alarma del móvil por la mañana, comenzamos el día, conectados, literalmente con el dispositivo en la mano, como si fuera una extensión de nuestro cuerpo. No me sorprendería que pronto alguien comercialice una operación para implantarse auriculares o chips bajo la piel. Puede que ya exista.

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Alberto Alfonso Pordomingo Seguir

Tiempo de lectura: 3 min

La importancia de las herramientas digitales

Las herramientas digitales se han incorporado a nuestras vidas de tal forma que generan una dependencia casi natural. Parece que no podemos vivir sin ellas. Basta recordar lo que ocurrió durante un gran apagón: sin electricidad, sin red, sin dispositivos… muchos nos quedamos totalmente desorientados.

Y es que no es que lo digital sea malo. Todo lo contrario. Las tecnologías de la información y comunicación (TIC) y los dispositivos conectados (IoT) nos ayudan enormemente en nuestra vida personal y profesional. Hoy, salir de casa sin móvil o trabajar sin inteligencia artificial (IA) es impensable para muchos. Pero tanta utilidad tiene un coste: la dependencia.

Por eso, aunque las herramientas digitales son imprescindibles, también es importante saber desconectar. No solo apagar el dispositivo, sino aprender a vivir sin él, aunque sea por un tiempo. Porque también necesitamos dar espacio a lo humano, a lo natural, a lo analógico y a lo presencial. Y, en caso de fallo, tener capacidad de respuesta autónoma.

Recuerdo con claridad el gran apagón que viví en Nueva York en 2003. Fueron dos días sin suministro eléctrico que paralizaron una ciudad entera. Fue una experiencia transformadora que me hizo reflexionar sobre nuestra vulnerabilidad tecnológica. Acceder al agua, conseguir alimentos, desplazarse… ¿cómo sobreviviríamos sin lo digital? Aquello me llevó a pensar en la importancia de tener un “kit de supervivencia” más allá de lo digital. Muchos lo veían como algo innecesario… hasta que lo necesitaron.

El plano emocional

Además de esta vulnerabilidad práctica, está el plano emocional. Muchas personas hoy necesitan desconectar por hartazgo, saturación o simplemente por salud mental. El caso de una amiga me marcó especialmente: se fue a un retiro en la sierra, siete días sin dispositivos ni pantallas. Un ejercicio de introspección radical. Me contó que los primeros días quería irse; cada minuto sin conexión le parecía eterno. Pero a partir del tercer día, empezó a conectar consigo misma. Al final, la experiencia le resultó tan enriquecedora que piensa repetirla.

No deberíamos necesitar llegar al límite para desconectar. La clave está en la moderación.

En el ámbito educativo, por ejemplo, ya hay voces que piden replantear el uso excesivo de pantallas. De las aulas con lápiz y papel pasamos a clases donde todo pasa por una tableta. Quizás el equilibrio esté en un punto intermedio.

Se trata, en definitiva, de aprender a gestionar lo digital. De integrar lo mejor de la tecnología sin renunciar a las experiencias humanas que nos definen. Como decía Aristóteles, la virtud está en el término medio. La templanza —esa capacidad de encontrar el equilibrio entre extremos— es más necesaria que nunca.

En Telefónica creemos que la tecnología cobra sentido cuando mejora la vida de las personas. Apostamos por conexiones que unan, que acerquen, que permitan a cada persona ser ella misma, expresarse y compartir.

En un mundo hiperconectado, las conexiones más valiosas siguen siendo las humanas

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