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Que la IA no nos haga vagos

Hace unos días estaba charlando con amigos sobre el tema en boga: la IA. Una de ellas es médico y me hablaba asombrada sobre la cantidad de aplicaciones que tiene ya y todo lo que puede aportar.

Darío Alonso

También comentaba sobre lo complicado que le resulta muchas veces –casi siempre- poder emplear datos de forma masiva para sacarle el sentido práctico de verdad. Bueno, eso es carne para otro artículo.

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Le comenté que sí, que es increíble y en mi humilde opinión, una de las aplicaciones más prometedoras de la IA hoy en día. Poder detectar enfermedades como el cáncer o el Alzheimer en etapas tempranas, o incluso poder predecir su aparición, son hitos de incalculable valor. Quizá algún día nos hagan inmortales, como dice Yuval Noah Harari en Homo Deus. En el curso de la conversación, derivamos al uso de esta en los colegios y universidades, así como los dilemas que plantea.

El uso de la IA en la enseñanza

¿Es bueno que los estudiantes la usen? Sí. No. Depende.

La humanidad ya ha pasado por dilemas de este tipo con cualquier gran revolución previa. La invención del motor de combustión contribuyó a que la gente y las mercancías pudiesen viajar de forma más rápida y conveniente, lo que supuso un beneficio y mejora evolutiva para el ser humano sin precedentes. Y también trajo su lado oscuro, como por ejemplo el aumento de la mortalidad por accidentes de tráfico. ¿De qué depende sacarle partido o los posibles perjuicios? Pues de su uso. Si dicho uso es responsable, traerá beneficios y si no lo es, lo contrario.

Pensando a nivel educativo e incluso en cualquier ámbito laboral, veo una amenaza importante: la de volvernos vagos. Si un alumno tiene que hacer un trabajo de Historia para el colegio y hace un corta-pega de lo primero que le dice chatGPT, ese alumno no habrá aprendido nada y, por tanto, no habrá incorporado herramientas para emplear ese conocimiento cuando le sea necesario. Lo mismo le ocurrirá a un cirujano que sólo sepa operar con robots cuando sólo disponga de sus manos y un bisturí (spoiler alert: esto está pasando ya). Por ello, tenemos que hacer un uso consciente de la misma: es un acompañamiento espectacular, pero los dueños del resultado que den somos nosotros. Su resultado final es nuestra responsabilidad, de modo que tenemos que implicarnos en su uso para entender cómo nos genera los resultados, cómo funciona. No debemos hacer “outsourcing” del conocimiento. La IA es nuestro Sancho Panza y nosotros somos don Quijote, así que somos nosotros los responsables de nuestras andanzas y de “desfazer nuestros entuertos”.

Que la IA nos multiplique. Si nos hace vagos, nos estamos alejando de crecer y de tener buenos resultados. Además, si te ciñes a lo primero que te dé, ¿cómo te diferencias, ¿cuál es tu valor?  

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