Mario Draghi: cómo reactivar la competitividad y la autonomía tecnológica en Europa
Hace un año, Mario Draghi alertaba de que Europa corría el riesgo de perder peso económico, autonomía tecnológica y capacidad industrial si no cambiaba el ritmo.
Su diagnóstico fue claro. Mientras Estados Unidos y China despliegan estrategias industriales de gran escala, Europa avanza con lentitud, atrapada entre normativas nacionales, restricciones fiscales y un mercado único fragmentado.
Su receta pasa por inversión masiva, una regulación más ágil y una auténtica unión de mercados de capitales capaz de financiar la innovación.
Barreras regulatorias y riesgos para la competitividad digital de Europa
Doce meses después, Draghi regresó a Bruselas. Su tono fue sobrio: “La inacción amenaza nuestra competitividad y nuestra soberanía”. Solo una décima parte de sus propuestas ha avanzado significativamente. Europa, dijo, “tiene brújula, pero aún no rumbo compartido”.
El ex primer ministro italiano recordó que la competencia global ya no se mide solo en productividad o costes, sino en quién domina la tecnología, los datos y la energía. Sin autonomía tecnológica ni energética, la política industrial es papel mojado.
También advirtió sobre los riesgos de la sobrerregulación. El coste de procesar datos en la UE es un 20% superior al de Estados Unidos por la complejidad normativa. Y advirtió que, si no se aplica con proporcionalidad, la nueva Ley de Inteligencia Artificial podría frenar la innovación que busca proteger.
Asimismo, destacó la urgencia de actuar con rapidez, recordando que Europa debe proteger la competencia sin obstaculizar la consolidación ni la innovación. Aunque la revisión de las directrices sobre las fusiones avanza, la industria no puede esperar hasta 2027. Por ello, instó a integrar ya la resiliencia y la innovación en la política de competencia, y a establecer un proceso acelerado para responder al ritmo del cambio tecnológico. Draghi no pide desregular, sino regular mejor y favorecer a quienes construyen capacidades europeas en sectores críticos como la inteligencia artificial, el cloud, el edge computing. Además, advierte que un camino distinto requiere velocidad, escala e intensidad: actuar juntos, enfocar los recursos donde más impacto haya y lograr resultados en meses, no en años.
Del diagnóstico a la acción
Las empresas no legislan, pero son las que ejecutan, invierten y arriesgan. Sin ellas, la nueva política industrial europea no pasará del papel. El reto es movilizar en torno a objetivos comunes de productividad, sostenibilidad, autonomía tecnológica y competitividad global al sector público y al tejido empresarial.
Draghi lo resumió en una frase: “Europa no necesita más diagnósticos, necesita empresas que construyan futuro.”
En un contexto de costes energéticos altos, competencia global y marcos regulatorios complejos, la clave está en transformar la regulación y la inversión pública de manera que incentive la inversión privada.
Innovación tecnológica con propósito europeo
En esta nueva era industrial, Draghi subraya la importancia de la competitividad y la autonomía tecnológica.
“La inteligencia artificial es una tecnología ‘transformadora’, como lo fue la electricidad hace 140 años. Pero depende de la orquestación de al menos otras cuatro tecnologías: cloud para almacenar grandes volúmenes de datos, la supercomputación para procesarlos, la ciberseguridad para proteger los sectores sensibles y las redes avanzadas —5G, fibra y satélites— para transmitirlos”. Mario Draghi
Las empresas tecnológicas europeas son el motor del cambio, y las telecomunicaciones ocupan un lugar central. Su apuesta se apoya en tres pilares que definen la nueva infraestructura digital del continente: inteligencia artificial responsable, edge computing y cloud europeas. Este enfoque consolida una identidad tecnológica europea basada en la seguridad, el desarrollo responsable y la sostenibilidad que crea industria, empleo y capacidades tecnológicas distribuidas por todo el territorio.
Pero ninguna política industrial moderna se construye en solitario. La Europa digital avanza a través de alianzas tecnológicas y soberanía compartida, con colaboración público-privada y cooperación entre empresas que, hasta hace poco, competían entre sí.
Hacia un ecosistema competitivo y autónomo
Telefónica y otras telcos europeas están implicadas en esta transformación. Su participación en proyectos de infraestructura cloud y edge demuestra que Europa puede generar su propio ecosistema tecnológico, competitivo y autónomo.
Proyectos como los IPCEI (Important Projects of Common European Interest) encarnan esta nueva lógica y reúnen a gobiernos, compañías y centros de investigación para desarrollar capacidades estratégicas en datos, computación y conectividad.
Estas alianzas convierten la política industrial en acción, transforman la innovación en inversión, empleo y productividad y, sobre todo, en una nueva forma de hacer Europa desde la empresa.
La competitividad europea es una tarea compartida. Los gobiernos marcan el rumbo con marcos normativos e incentivos, pero son las empresas quienes convierten las estrategias en resultados tangibles. Su éxito, hoy, se mide por su contribución a la competitividad del tejido productivo y tecnológico del continente.
Esa es, en el fondo, la nueva ética de la ambición que Draghi reclamó: competir sin complejos, innovar con valores y actuar con rapidez. Una Europa que no teme liderar, y unas empresas que no esperan a que otros lo hagan por ellas.