Cómo entrenar el pensamiento creativo

En un mundo donde las soluciones convencionales ya no garantizan el éxito, el pensamiento creativo emerge como la chispa que puede encender la transformación en los procesos como el de la negociación.

Descubre más sobre cómo entrenar el pensamiento creativo. ¿Podemos entrenar el este tipo de pensamientos? Te damos las claves.
Beatriz Martín

Beatriz Martín Seguir

Tiempo de lectura: 7 min

La creatividad no solo rompe barreras y construye puentes hacia nuevas perspectivas, sino que también se convierte en una herramienta esencial para los negociadores que buscan resultados óptimos, sea en ambientes laborales o personales.

La utilidad del pensamiento creativo

Muchos tienden a asociar el pensamiento creativo con artistas, niños y aquellos que «se pueden permitir soñar o fantasear». En la realidad de todos nosotros, el pensamiento creativo sirve para pensar en alternativas posibles, tener ideas originales para encontrar soluciones, salir de situaciones difíciles o de patrones de comportamiento que nos bloquean.

Ya en 1950-1955, J. P. Guilford usó, desde el punto de vista psicológico, la palabra «creatividad» para enfocar los rasgos característicos de una personalidad auténtica e identificó siete características de la creatividad:

  • Sensibilidad: toma de conciencia puntual de los problemas.
  • Disolución o fluidez verbal: disposición a producir hipótesis resolutivas de los problemas percibidos, a elaborar y a actuar, en la misma perspectiva, expresiones verbales, escritas y pictóricas. 
  • Flexibilidad: adaptación a situaciones inusuales e inesperadas. 
  • Pensamiento divergente: rechazo del conformismo, del pensamiento evidente, improductivo, y por lo tanto capacidad de elaborar y proponer tesis nuevas, inusuales. 
  • Redefinición: habilidad de tratamiento original de las cosas conocidas, de utilización de la fuerza que está contenida en la definición de un conocimiento. 
  • Análisis: capacidad de identificar y captar datos significativos. 
  • Resumen: investigación y articulación de una estructura significativa entre elementos de conocimiento y experiencia. 

Sin embargo, saber lo que define la creatividad en un individuo no determina la funcionalidad de su pensamiento creativo. De hecho, es ahí donde radica la diferencia entre creatividad como característica humana y pensamiento creativo, que es de hecho una de las tipologías principales del pensamiento, enfocado en producir ideas que estén fuera del patrón de pensamiento habitual. Puede ser un motor del cambio. Como técnica o habilidad personal puede ser utilizado en la resolución de problemas de la vida cotidiana, tanto laborales como domésticos ya sea individual o en grupo.

Desde ese enfoque, podemos plantearnos el uso real del pensamiento creativo en nuestro día a día. Vemos con facilidad su aplicación en el ámbito de la innovación, por ejemplo, pero nos cuesta más cuando hablamos de situaciones cotidianas como ir a la compra o estar con nuestros hijos. En verdad, una vez que reconocemos este tipo de pensamiento, somos capaces de ver las cuatro dimensiones pragmáticas en las que se apoya y con las que podemos evaluar nuestra propia capacidad de pensamiento creativo:

  • Fluidez. Es la capacidad de proporcionar muchas soluciones diferentes, aceptables o buenas en un tiempo razonable pero limitado. (p.e. Piensa en la última negociación con tus hijos sobre la hora a la que llegar o el tiempo dedicado a los videojuegos, ¿cuántos puntos de conflicto rebatiste?)
  • Flexibilidad. Es la aptitud para desarrollar soluciones a partir de diferentes ingredientes con múltiples perspectivas, y para cambiar rápidamente la perspectiva y los contextos de referencia. (p.e. Piensa en las últimas vacaciones que preparaste con tu pareja, familia o amigos, ¿cuántas alternativas preparaste y cómo se llegó al consenso sobre las fechas finales?)
  • Originalidad. Es la capacidad de desarrollar ideas nunca antes pensadas, sabiendo que ser original no significa producir ideas irritantes o extravagantes. (p.e. Piensa en la última comida que preparaste, ¿puedes identificar cuál era la receta original?)
  • Elaboración. Remite al cuidado de los detalles y respeto del propio trabajo, y a la presentación de un producto consistente: es decir, acabado en todas sus partes, impecable tanto en la sustancia como en la forma. (p.e. Piensa en el último trimestre, ¿cuántas reuniones han sido productivas gracias a tu colaboración?)

Como hemos visto, en la actualidad, el pensamiento creativo es esencial ya que vivimos en una sociedad donde la innovación y la adaptabilidad son claves para el éxito. Según diversos estudios, las personas que practican y desarrollan este tipo de líneas de pensamiento tienen un 50% más de probabilidades de resolver problemas complejos de manera efectiva. Y no solo es importante a nivel individual, sino también como colectivo: se ha observado que las empresas que fomentan el pensamiento creativo entre sus empleados pueden llegar a aumentar hasta un 33% en ingresos y un 43% en cuota de mercado en comparación con sus competidores. Estos datos resaltan la importancia de cultivar un pensamiento creativo, no solo para el crecimiento individual, sino también para el progreso colectivo en el ámbito profesional y social. Por lo tanto, invertir tiempo y recursos en entrenarlo es una necesidad estratégica.

¿Podemos entrenar el pensamiento creativo?

Si hasta ahora has pensado que la creatividad es cosa de otros, o si por lo contrario estás seguro de tu propia creatividad, debes saber que siempre es posible seguir desarrollando tus habilidades para facilitar el pensamiento creativo.

Mantener una actitud positiva es esencial en este proceso. A menudo, el miedo a cometer errores puede paralizar nuestras acciones y reprimir nuestras ideas más innovadoras. Sin embargo, es importante recordar que los errores son parte del camino hacia el éxito y pueden ser grandes maestros. Al adoptar una mentalidad que ve los errores como oportunidades de aprendizaje, se abre la puerta a un sinfín de posibilidades creativas.

El cambio es una constante en la vida y acogerlo con entusiasmo puede ser un poderoso catalizador para la creatividad. Cambiar la rutina diaria, explorar nuevos hobbies o incluso alterar el entorno de trabajo son formas de estimular el pensamiento creativo. Estos cambios pueden parecer pequeños, pero tienen el potencial de generar nuevas conexiones neuronales y, con ello, nuevas ideas y perspectivas.

La verbalización de pensamientos es otra herramienta valiosa en este entrenamiento. Al hablar, no solo estamos activando diferentes áreas del cerebro, sino que también estamos dando forma y estructura a nuestras ideas. Esto puede facilitar la identificación de conexiones que antes no eran evidentes y donde la fluidez y la expansión de ideas son cruciales.

Finalmente, el estado de relajación es un terreno fértil para el pensamiento creativo. Cuando estamos relajados, nuestro cerebro es capaz de explorar ideas sin las restricciones del pensamiento lógico y estructurado. Ejercicios de respiración y meditación pueden preparar la mente para este estado, mientras que la risa puede desencadenar una oleada de pensamientos. Además, resolver acertijos y participar en actividades físicas puede agudizar nuestra capacidad para pensar de manera innovadora, ya que ambos estimulan el cerebro de maneras únicas y desafiantes. En resumen, el pensamiento creativo prospera con la positividad, el cambio, la expresión verbal, la relajación y el ejercicio mental y físico.

Ejercitar el pensamiento creativo en nuestra vida diaria

Una vez que somos conscientes de nuestra capacidad de pensamiento creativo, la hemos podido evaluar y sabemos que debemos entrenarla, llega el momento de ejercitarlo en nuestra vida diaria. Ser crítico con nuestras propias rutinas y hábitos es el primer paso para desbloquear este potencial. Por ejemplo, si cada mañana sigues la misma rutina, intenta cambiarla: toma una ruta diferente al trabajo, prueba un nuevo tipo de café o comienza el día con una actividad física. Estos pequeños cambios pueden ofrecer nuevas perspectivas y estimular la mente para pensar de manera diferente.

Tomar perspectiva es otra técnica valiosa. Al igual que un abogado del diablo cuestiona argumentos para encontrar fallos, podemos aplicar este enfoque a nuestras decisiones cotidianas. Si estás planeando una cena, por ejemplo, piensa en alternativas a tu menú habitual o en cómo podrías presentar los platos de una manera novedosa. Este ejercicio no solo puede llevar a descubrimientos culinarios emocionantes, sino que también puede ayudar a desarrollar habilidades de resolución de problemas.

Inspirarse en el entorno es esencial para nutrir este tipo de pensamientos. La experiencia es conocimiento, y el conocimiento es fundamental para nuevas ideas. Puedes apoyarte en tu cotidianeidad para tomar características de soluciones parecidas, o incluso para desarrollar un discurso diferente en tu próxima reunión en el trabajo. Por ejemplo, yo aprovecho las técnicas de negociación inspiradas en el pensamiento creativo cada vez que mis hijos cuestionan su hora de ir a la cama… aunque suelo perder.

Por último, es importante sorprendernos a nosotros mismos y a los demás con nuestras ideas. La meta última del pensamiento creativo es conseguir nuevos caminos de pensamiento que lleven a nuevas soluciones, implicando a todo nuestro entorno y haciéndolos partícipes de la idea. Eso sí recuerda abrazar el NO; innovar es un proceso de aprendizaje en el que no debemos tener miedo de fallar, porque cada error es una oportunidad para aprender y crecer.

En conclusión, el pensamiento creativo es mucho más que una simple habilidad; es una mentalidad que puede transformar tanto las negociaciones laborales como las personales. Al adoptar un enfoque creativo, abrimos un mundo de posibilidades, encontrando soluciones innovadoras y forjando acuerdos que reflejan la mejor versión de nuestras aspiraciones. Ya sea en la sala de juntas o en la mesa de la cocina, el pensamiento creativo nos permite ver más allá de los límites convencionales, cultivando un terreno fértil para el crecimiento personal y profesional.

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