Cuando el arte encontró a la tecnología (y viceversa)

La relación entre el arte y la tecnología no es nueva. Más allá de la evolución de los soportes y materiales, los avances tecnológicos han servido, no solo para difundir la obra creativa, sino también para formar parte de la creación propia. Una colaboración necesaria para el mundo de la cultura.

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La relación entre el arte y la tecnología no es nueva. Más allá de la evolución de los soportes y materiales, los avances tecnológicos han servido, no solo para difundir la obra creativa, sino también para formar parte de la creación propia. Una colaboración necesaria para el mundo de la cultura.

Uno de los mayores ejemplos fue la impronta que dejó la fotografía en los autores impresionistas como Degas y sus bailarinas, Manet y sus escenas al aire libre o los ambientes de los cafés… Una corriente artística que se vio influenciada por un nuevo invento del siglo XIX: la fotografía. Gracias a sus inventores, los genios Niépce y Daguerre, comenzaba un fascinante intercambio de puntos de vista y de influencias mutuas, que quedaron plasmadas desde los primeros daguerrotipos, en 1838. Con el tiempo, la fotografía se convirtió en un arte por derecho propio y la tecnología siguió evolucionando.

El arte también ha vivido su propia transformación digital. Desde el desarrollo de la computación moderna, a mediados del siglo XX, hasta la digitalización tan importante que ha protagonizado en los últimos años. La Cuarta Revolución Industrial, ha traspasado las paredes de las fábricas inteligentes o los límites de las smart cities. Lo digital y lo físico se mezclan de tal forma que la manera en la que se produce y consume cualquier tipo de bien, incluidos el ocio, y como no, el arte; han cambiado. Y en ese entorno de transformación la conectividad y la tecnología son protagonistas.

Arte y digital

Es el caso del arte digital. Sus inicios están en la computación moderna, para dar paso, años más tarde al Net.art, que surgió en la última década del siglo pasado y que se instalaba en la red tanto para crear como para exponer. Este tipo de creaciones se van consolidando con el paso del tiempo, y los desarrollos tecnológicos. Así, en 2011 el artista Chris Torres vendía su obra ‘Nyan Cat’, por algo más de medio millón de euros. La obra en cuestión era un GIF.

Y si el arte siempre ha sido reflejo de la sociedad, en la era de las criptomonedas, no podía faltar el criptoarte, que ha sido noticia recientemente. ¿El motivo? Christie’s subastaba la obra virtual llamada Everydays: The First 5.000 Days’ del artista digital Beeples por unos 58,5 millones de euros. Una obra 100% digital, que introduce el uso del NFT, o token criptográfico, en este tipo de creaciones para verificar su propiedad y autenticidad. Es decir, podrá haber copias, pero solo una será el original, (similar a las criptomonedas).

Esto también abre la puerta a la creación de nuevos espacios expositivos digitales, como el proyecto Harddiskmuseum, un museo de arte intangible que tiene algo más de seis años de vida y del que ya se ha hecho eco Fundación Telefónica en su Espacio.

Accesibilidad y difusión

Pero dejando a un lado las anécdotas millonarias, el gran beneficio que la conectividad y la digitalización aportan al arte es su capacidad para llevar la cultura a cualquier lugar, en cualquier momento. Tecnologías como la realidad virtual, el 5G o la inteligencia artificial han cambiado la forma en la que las personas se relacionan con él. Sobre ello reflexionaba la exposición ‘Intangibles. Una exposición digital de la Colección Telefónica’, un proyecto innovador y experimental que mostraba distintas experiencias digitales a finales de 2019, de forma simultánea en ocho ciudades de América Latina y España.

La muestra pretendía conectar con el público a través de una propuesta digital diseñada ex profeso para cada una de piezas reales elegidas de la Colección Telefónica, que aplicaba tecnologías como la VR, el videomapping, la experiencia inmersiva y envolvente a través de 3D, el desarrollo de software y tecnología de análisis de la imagen o el pintado digital. Con ello, Telefónica lanzaba la reflexión sobre cómo la revolución digital ha impactado en la manera de acercarse al arte, en sus límites físicos y sensoriales, en sus posibilidades casi ubicuas de reproductibilidad, o en la fragilidad de ciertos criterios y valores tradicionales.

El visitante, en este caso podía sumergirse en un cuadro de Juan Gris o estar dentro de una escultura de Chillida, a través de una experiencia inmersiva. Y además participar en otros eventos preparados para ello. Este proyecto sigue vivo y ha evolucionado en ‘Intangibles. Una experiencia VIRTUAL de la Colección Telefónica’ accesible a través de una sala virtual por la que se puede navegar en 360º. Esto permite que el arte además sea más accesible. Algo que ya quedó demostrado durante los primeros meses de la crisis sanitaria. Mientras los museos permanecían cerrados debido a las restricciones para frenar el coronavirus, la cultura salía a las redes sociales (teatros y conciertos hicieron lo mismo). La conectividad mantuvo abiertos estos templos de la cultura.

Por ejemplo, el Museo del Prado, que había acogido en 2019 a unos 3,2 millones de visitantes físicos, tuvo en 2020 más de siete millones de visitas a su web y cerca de tres millones de seguidores en sus redes sociales. Estas mantuvieron vivo el contacto con la pinacoteca y sus moradores acercándolos tanto a los espacios educativos, como a los lugares más remotos de la galería, y sumaban esfuerzos con los MOOCS ‘Velázquez en el Museo del Prado‘ y ‘El Bosco en el Museo del Prado‘ disponibles en Miriadax (otro ejemplo de cómo la tecnología es necesaria para llevar el arte a todos los rincones).

Ahora que poco a poco el mundo recobra su actividad, Telefónica Empresas ha puesto en marcha el proyecto Prado Puerta Digital para modernizar la gestión de los visitantes al museo. Esta plataforma permite adquirir desde cualquier dispositivo y en menos de dos minutos, las entradas de forma sencilla, sin gastos de envío y con la posibilidad de modificar la fecha y hora tras la compra. El proyecto además pretende optimizar los recursos humanos y materiales, obtener datos para la gestión del museo y ofrecer la mejor experiencia al usuario.

La tecnología forma parte del arte, igual que forma parte de la sociedad. Y estos algunos ejemplos de cómo estos avances se ponen al servicio de las personas.

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