José Carlos Pérez López

Comencé en 1991 en Intervención, cuando aún existían las Direcciones Territoriales. Luego, una temporadita de 22 años como asesor comercial en Pymes y Administraciones Locales, y últimamente colaborando con ese objetivo, nada desdeñable, de cobrar lo que vendemos. A ver si entre todos logramos que el precio de la acción suba (risas). 

En lo personal, compagino las letras con la profesión de padre, arriesgado oficio sin remunerar para el que me entreno engrasando la maquinaria física a base de gasto de suela en maratones, sillín de bici y maltrato de volantes de bádminton y oficiando de profesor particular en casa. Lástima que esto no me otorgue el mismo derecho a vacaciones que el de los profesores (risas). 

En mi primera novela (“El triatleta globero que se forjó una coraza de acero”) fusioné la afición del triatlón con la de escribir. Después orienté mis creaciones (la última es “El misterio de las medusas voladoras”) a un público más menudo (niños de 10 a 100 años), con la mente puesta en convertir a mis peques en grandes lectores. Como este reto lo he conseguido estoy más feliz que un perro con dos colas; ahora, para conseguir la cuadratura del círculo, solo me falta vender tantos libros como ADSLs y líneas de fibra fui capaz de vender en mis años de comercial. Pero sin obsesiones, ¡eh!, que tampoco quiero ser un escritor de masas, más que nada porque no tengo en mente escribir ningún manual de panadería (menudo sin parar de reír). 

Adicionalmente al cultivo de lo físico y el cultivo de las letras también practico el cultivo hortícola en un “pedacico” de tierra que tenemos con esos árboles de los que cuelgan unas curiosas bolas con vitamina C. No veas lo rico que sabe este zumo por las mañanas.