Blockchain: La importancia de la educación en tecnología

“Voy a dedicarme a la minería de criptomonedas y hacerme rico”. ” Si Blockchain es tan bueno y seguro ¿por qué hay gente que pierde todo su dinero con eso de las criptomonedas?”

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Beatriz Flores Seguir

Tiempo de lectura: 5 min

Escuchando estos comentarios de adolescentes de mi entorno entenderéis por qué me resultaba tan atractivo el coloquio «El canto de las cibersirenas» organizado por Espacio Madresfera en colaboración con Fundación Telefónica que nos anticipaba como uno de sus objetivos el de “explicar a los peques de la casa qué son las criptomonedas o el Blockchain”.  Me gustaría compartir alguno de los mensajes clave presentados durante el evento para que como a mí, os ayude a comprender un poco mejor el mundo tecnológico en el que están creciendo nuestros hijos, nativos digitales, un mundo del que creen saber todo y que tanto les fascina (el canto de sirenas), pero que en realidad no siempre entienden. 

En el coloquio que presentó Mónica de la Fuente, participaron tres expertos en tecnología e innovación: Paloma Llaneza, abogada especializada en tecnología y autora de libros y ensayos y en[MA1]  presa; María Teresa Nieto, ingeniera informática y senior mánager en el equipo de Blockchain de Telefónica Tech; y Javier López Menacho, escritor y especialista en comunicación digital.

La formación en tecnología y su relación con distintos conceptos

Paloma Llaneza dejó muy claro que conceptos como Blockchain, criptomonedas o inteligencia artificial, que pueden sonar a ciencia ficción, no lo son. Están ya aquí y forman parte de nuestras vidas, aunque a veces no nos demos cuenta. Y lo más probable es que, para nuestros hijos, sean tan cotidianos como lo son hoy para nosotros los móviles o internet.

Formar en estas tecnologías no es solo una cuestión de estar al día. Es, sobre todo, una forma de protegernos. Nos ayuda a evitar estafas, a no caer en manipulaciones y, lo más importante, a preparar a los más jóvenes para vivir en un mundo cada vez más digital, más interconectado… y, sí, también más complejo por la rapidez con que se producen los avances.

También se habló mucho sobre privacidad y protección de datos, dos temas que a menudo creemos entender, pero que en realidad están llenos de zonas grises. La verdad es que hay muchas cosas que suceden «bajo el capó» de las tecnologías que usamos a diario y que ni imaginamos en muchas ocasiones por deconocimiento. Y eso no es casualidad. Por eso es crucial aprender más sobre cómo y qué informaciones o datos facilitamosy. Porque, si no lo hacemos, corremos el riesgo de que estas herramientas tan potentes se pudieran usar en nuestra contra, como mecanismos de control o manipulación.

Desmitificando la tecnología

María Teresa Nieto hizo algo que siempre se agradece: explicar lo complejo de forma sencilla. Habló de blockchain, que a muchos nos suena a algo técnico, lejano… pero que tiene aplicaciones muy concretas. Gracias a su forma de funcionar —una red descentralizada donde muchos verifican lo mismo—, genera confianza. No es magia: es tecnología que puede ayudarnos a que los procesos sean más seguros y transparentes. Y sí, también elimina intermediarios, lo que da más control y autonomía a las personas.

Recordó que si algo es gratis en el mundo digital, probablemente el producto seamos nosotros. Y es que muchas veces pagamos con nuestra atención, nuestros datos… o incluso con nuestra libertad para decidir. Por eso, lanzó una llamada a madres, padres, profes: enseñemos a los chicos a hacerse preguntas, a no quedarse con la primera versión, a buscar distintas miradas para construir una comprensión más rica y más libre del mundo que los rodea.

Escucharla fue muy revelador. Me hizo pensar en lo fundamental que es acercar estos temas con naturalidad, sin miedo y, sobre todo, con palabras que los jóvenes puedan entender.

El impacto social de la tecnología

Javier López trajo una mirada más amplia, más estructural: la tecnología no solo transforma lo que hacemos, también cambia cómo vivimos, cómo nos organizamos como sociedad. Tiene un potencial enorme y genera múltiples oportunidades pero también puede amplificar desigualdades si no la acompañamos de una reflexión ética y deunos límites para que esté al servicio de las personas y no al revés.

Y es que, si dejamos que avance sin cuestionamientos, corremos el riesgo de que acabe beneficiando a unos pocos a costa de muchos. Por eso, más allá del entusiasmo por lo nuevo, necesitamos también espíritu crítico. Saber cuándo frenar, cuándo exigir, cuándo decir: “esto no”.

Además, Javier habló de algo que tampoco se menciona y que es igual de importante: la educación financiera. No basta con que los jóvenes sepan qué es un interés o una hipoteca o cómo funciona la economía moderna. Hay que ir más allá. Enseñarles que el dinero no es un fin en sí mismo. Que comprendan que no es solo para comprar cosas, sino una herramienta para construir una vida con propósito, bienestar… incluso felicidad.

Porque al final, de eso se trata: de usar la tecnología y el conocimiento para vivir mejor y beneficiar a las personas. Y para eso, necesitamos empezar por conocer y formar. Con calma. Con sentido. Y sobre todo, con humanidad.

Estos coloquios de Madresfera siempre me hacen reflexionar sobre cómo puedo ayudar a mi hija en su aprendizaje tecnológico. Yo apuesto por informarme y prepararme para guiarla en lo posible en esta aventura digital (lo que me deja). Pero esto no va solo de intentar protegerla de los peligros sino también de darle las herramientas y conocimientos para que aproveche las oportunidades que la tecnología le ofrece.

Una vez más me doy cuenta de la importancia de animarle a aprender y descubrir por sí misma las cosas, a ser crítica con la información que recibe, a cuestionarla y a entender que hay detrás de las tecnologías que utiliza. Porque lo que buscamos los padres es que nuestros hijos, al igual que ocurre con su vida en general, puedan navegar seguros y con criterio en el mundo digital, aprovechando todas las ventajas de la tecnología, pero con conocimiento.

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