La autonomía tecnológica europea: El reto estratégico de nuestra década

Europa vive un momento decisivo. En una realidad marcada por la digitalización, donde la tecnología influye tanto en la economía como en la soberanía de los Estados, la Unión Europea se enfrenta a un reto crucial: disminuir su actual dependencia tecnológica de otros países —que ronda el 80%— y generar con éxito, un sistema digital propio que le permita asegurar su autonomía tecnológica y estratégica. (Fuente: The future of European competitiveness Part A | A competitiveness strategy for Europe)

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Javier Ocaña Olivares Seguir

Tiempo de lectura: 6 min

Introducción

Esta necesidad no sólo es necesaria desde el punto de vista de la innovación; es principal para salvaguardar los valores democráticos, reconocer la privacidad de los ciudadanos y sostener la relevancia de Europa dentro del panorama tecnológico mundial. En los últimos meses se han puesto en marcha proyectos ambiciosos que marcan un rumbo claro hacia un futuro digital más independiente y sólido para el continente.

El despertar europeo ante la dependencia tecnológica

Europa consume tecnología que, en parte, no controla. Empresas no europeas, principalmente chinas y estadounidenses producen el 80% de productos digitales usados en el continente. Si hablamos de computación en la nube, aproximadamente un 70% del mercado europeo se encuentra repartido entre Google, Amazon y Microsoft.

Datos como estos generan un contrasentido inquietante: Estados Unidos utiliza datos europeos para desarrollar tecnologías que posteriormente vende a Europa. China, por otro lado, está mostrando al mundo en sólo 15 años, cómo es posible generar desde un PIB inferior al de los países europeos un sistema tecnológico con una gran autonomía.  

Este escenario de dependencia externa provoca que Europa presente vulnerabilidades críticas tal y como ha reconocido la propia Unión Europea. Especialmente en aquellas infraestructuras digitales que soportan servicios como redes energéticas, servicios financieros y hospitales, servicios considerados esenciales. Hoy en día, asegurar la independencia tecnológica no es solo un asunto de innovación, sino también de seguridad y de estabilidad democrática.

STEP: la respuesta estratégica europea

La Unión Europea ha puesto en funcionamiento la Plataforma de Tecnologías Estratégicas para Europa (STEP), considerada su apuesta más decidida para generar su autonomía tecnológica. Con un presupuesto superior a los 50.000 millones de euros, STEP trabaja con fondos ya existentes —como Horizonte Europa, InvestEU o el Fondo de Defensa Europeo— y los reorienta hacia ámbitos clave.
El plan se centra en cuatro grandes áreas estratégicas: tecnologías digitales, energías limpias, biotecnología avanzada y tecnologías cuánticas.

Más allá de de financiar proyectos, la búsqueda real es la de rediseñar el modelo de desarrollo europeo para que el continente controle las herramientas que sostendrán su economía y su sociedad en los próximos años.

Inteligencia artificial: una carrera global hacia el liderazgo digital

El proyecto “Continente de IA” busca dar un salto cualitativo en este terreno. Para ello se están creando 13 factorías de inteligencia artificial, dotadas de chips de última generación y conectadas con superordenadores europeos.
Aunque Europa destaca a nivel mundial en publicaciones científicas sobre IA, todavía va por detrás en convertir ese conocimiento en productos comerciales. Mientras tanto, Estados Unidos y China concentran la mayor parte de la inversión privada y las aplicaciones de mercado.
La regulación europea en este campo, pionera en el mundo, intenta equilibrar innovación con protección de derechos, aunque persiste el desafío de no perder competitividad frente a sus rivales globales sin comprometer sus estándares éticos. 

Gaia-X y la soberanía de los datos

Gaia-X es un ejemplo de complejidad que aparece en Europa cuando trata de construir una infraestructura digital propia. Nació para ofrecer un sistema de datos federado y seguro, pero en la práctica ha tenido que contar con grandes proveedores no europeos para ser viable.
Esta realidad nos muestra que la independencia digital no se logra aislándose, sino generando modelos híbridos, combinando desarrollo propio con cooperación internacional. Su modelo, basado en normas y gobernanza en lugar de control exclusivo de infraestructuras, puede servir de referencia para otros proyectos.

El Marco Regulatorio como herramienta de soberanía

La Unión Europea también ha elegido marcar el rumbo a través de la regulación. Normativas como como el Acta de Mercados Digitales (DMA), la Ley de Servicios Digitales (DSA) o la nueva Ley de IA pretenden fijar estándares desde Bruselas que acaben extendiéndose más allá de Europa.

Algunas revisiones como las del DMA, están si realmente responden a los nuevos retos que plantea la IA y otros servicios digitales en expansión. Las sanciones ya aplicadas por incumplimiento dejan claro que Bruselas no dudará en hacer valer sus normas, incluso frente a las grandes compañías tecnológicas con mayor influencia global.

Finalmente, la Ley de Chips complementa esta estrategia con inversión en fábricas de semiconductores. Su finalidad, reducir la fuerte dependencia de Asia en un sector vital para la autonomía tecnológica.

Ciberseguridad: la base de todo

La soberanía digital no es posible sin una seguridad robusta fundamentada en la resiliencia de sus servicios conectados. De ahí, la apuesta decidida de Europa en invertir en proyectos como Quantum Safe Networks, que buscan proteger las comunicaciones frente a amenazas de la era cuántica. No sólo se piensa en las necesidades actuales, sino también en las futuras, de manera estratégica.

El planteamiento europeo combina medidas técnicas con marcos regulatorios sólidos, creando un ecosistema en el que seguridad e innovación se refuerzan mutuamente.

Mirando hacia 2030

El informe sobre la Década Digital muestra avances, pero también retrasos en conectividad, formación en competencias digitales y capacidad de innovación. La falta de profesionales en áreas críticas es uno de los grandes obstáculos.

Aun así, Europa cuenta con unas fortalezas claras: un conjunto de universidades de alto nivel, un mercado único de 450 millones de personas y una amplia experiencia en cooperación internacional. El reto está en coordinar estos recursos para crear empresas tecnológicas poderosas capaces de competir globalmente.

La creación de estos “campeones europeos” va más allá de la inversión pública, es necesaria una nueva visión que genere cambios en el entorno regulatorio para facilitar la consolidación empresarial. Donde sus fortalezas externas mantengan el equilibrio con la competencia interna.

El papel del sector privado

Las empresas europeas, sobre todo en telecomunicaciones e infraestructuras, tienen un papel clave. Su experiencia en el desarrollo y gestión de infraestructuras críticas, su conocimiento del mercado y su compromiso con los valores europeos son esenciales para avanzar. La colaboración entre el sector público y privado será determinante para escalar tecnologías críticas y transformarlas en soluciones comerciales. En paralelo, los gobiernos deben permitir marcos regulatorios que permitan y potencien la innovación y la escala de estas empresas para poder competir globalmente.

Conclusiones

La autonomía tecnológica europea es un proceso en marcha, no un objetivo cerrado. Requiere visión estratégica, inversiones constantes y cooperación entre gobiernos, empresas y ciudadanía. Mirando a nuestro día a día vemos que Europa “despierta” desde la urgencia hacia este destino a través de importantes iniciativas que van desde la inteligencia artificial hasta las tecnologías cuánticas.

El éxito aparece en el equilibrio entre los valores constitutivos de la Unión y el desarrollo de un nivel de competitividad acorde a las necesidades del mundo tecnológico multipolar en que vivimos.

Europa dispone de talento, de un mercado amplio, de normas sólidas y de proyectos ambiciosos. La gran incógnita no es si tiene los medios, sino si habrá suficiente voluntad política y empresarial para convertir este potencial en liderazgo real durante esta década.

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