Muchas mentalidades cambiaron con la pandemia del 2020, y eso ha venido acompañado con planes y estrategias de salud digital a todos los niveles, y con fondos europeos para financiarlas, lo que está permitiendo poner en marcha múltiples proyectos en este ámbito. Regulaciones como el recientemente aprobado Reglamento del Espacio Europeo de Datos Sanitarios de la Unión Europea nos hacen pensar que no será una moda pasajera.
La nueva salud digital
Pero podemos preguntarnos ¿Lo estamos haciendo bien? ¿Cómo es la salud digital que estamos construyendo? ¿Es más humana, accesible y sostenible? Varias décadas de experiencias nos enseñan ya que la transformación digital hay muchas formas de hacerla mal… y algunas de hacerla bien. No podemos usar la transformación digital como un mero instrumento para abaratar costes, o para poner a los pacientes detrás de una mampara tecnológica y aislarles de los profesionales sanitarios. Eso sólo generaría rechazo por parte del público en general. Igualmente, tenemos que contar con que siempre existirá un porcentaje de la población tecnofóbico, por mucho que esté a la baja. Y a ese hay que mantenerle en servicios accesibles a sus preferencias.
La salud digital debe ser más tecnológica, claro, pero también tiene que ser más humana. Hoy en día, más si cabe que antes, hay que pensar la transformación digital de la salud en coordenadas de crear una nueva generación de servicios nativos digitales accesibles que combinan adecuadamente lo digital con lo presencial, lo tecnológico con lo humano, para dar una experiencia de paciente extremo a extremo fluida y sencilla, a la vez que útil y cercana. Se trata de derribar barreras y acercar el sistema sanitario al paciente, no de aislarlo. Quizás, ahí está la magia de hacer transformación digital.