Las vacaciones son para viajar
Mis suegros eran dos personas increíblemente planificadas. Cuando mi esposa era pequeña ellos tenían dos viajes fijos cada año. En septiembre iban para la isla de Aruba y a final de año viajaban a Orlando, en los Estados Unidos, y aprovechaban para visitar a parte de su familia que vivía allá.
El viaje de las vacaciones era algo por lo que trabajaban todo el año. Era la mayor expectativa que planificaban con antelación. Tenían tiempo compartido para el alojamiento y todas las ganas de ir a descansar y divertirse.
En la pandemia surgió un problema: nadie podía viajar. ¿Qué sentido tenía tomar vacaciones si no voy a poder ir a ningún lado?
Resulta que aún hoy he visto esa creencia en varias personas. No toman vacaciones porque no tienen como viajar.
El personal indispensable
Otra modalidad que he visto ocurrir es la del personal indispensable. Yo soy fiel creyente de que todas las personas deberían estar en capacidad de irse de vacaciones y que los equipos de trabajo deberían estar preparados para cubrir a aquel que sale temporalmente, pero esto no siempre es así.
He visto equipos en el que se “penaliza” al que no tiene hijos. Siempre tiene que quedarse a cargo para que los demás puedan salir a disfrutar sus vacaciones de verano. El problema es que tampoco sale a destiempo ni en “temporada baja” porque siempre hay mucho que hacer.
El hacerse indispensable tiene muchas facetas. Puede ser una falta de liderazgo, que no ha desarrollado los mecanismos necesarios para que el resto del equipo o los procesos soporten la ausencia temporal de una persona, pero también puede que esté favorecido por la manera de trabajar del colaborador quien no favorece la automatización ni la independencia en procesos clave a cambio de un cierto sentimiento de seguridad y reconocimiento.
La desconexión digital
Era algo relativamente común en las personas “indispensables” el mantenerse en contacto cuando agarraban vacaciones. No iban a la oficina, pero estaban presentes a la distancia, incluso manteniendo algunas funciones que no estaban dispuestas a delegar en alguien más. Estas personas se mantenían “conectadas digitalmente”.
Durante la pandemia sucedió algo adicional: No podíamos salir a trabajar y todo lo resolvíamos de forma digital desde nuestras casas.
En este periodo para muchos carecía de sentido hablar de vacaciones. No tenías a donde ir. No podías viajar ni hacer visitar. Probablemente haya sido el periodo en el que tuvimos menos disfrute de vacaciones.
Ahora, si tomabas vacaciones, pero te mantenías conectado ya no había diferencia. Tus vacaciones ya no eran “dejar de ir a la oficina” y tenían por fuerza que convertirse en dejar de trabajar remoto… tenías que desconectarte.
La atención es uno de nuestros bienes más preciados. En donde enfocamos nuestra mente. Que problemas estamos resolviendo. A que personas estamos atendiendo.
Es bien sabido que un cambio de foco beneficia a muchos procesos. Una simple parada activa en medio de la jornada de trabajo beneficia a la salud y puede hacernos mas efectivos, evitando el letargo que acarrea el cansancio.
De igual manera el desconectarnos en nuestras vacaciones cederá un espacio importante de nuestras mentes y lo pondrá a disposición de otras actividades. Algunos podrán viajar, otros atenderán pendientes en sus casas o retomarán alguna disciplina parcialmente olvidada, pero podrán hacerlo plenamente y sin distracciones.
La importancia de saber delegar
En cuando a lo que sucederá en el trabajo, los procesos y las personas podrán beneficiarse de asumir el espacio que nosotros estemos dejando. Podemos trabajar para formar a nuestros colaboradores para que asuman las tareas claves y darles el voto de confianza que necesitan para crecer.
Al final es una decisión, un voto de confianza el desconectarnos y pensar que todo marchará bien. Por supuesto que para que marche tenemos que hacer todo lo necesario para que suceda de esta manera y quizás retomar un poco de esa planificación de mis suegros, poniendo esas vacaciones desconectadas como meta.