Un tributo a los maestros de la luz de renombre
En España existen fotógrafos reconocidos como Chema Madoz y Cristina García Rodero que destacan por sus diferentes enfoques artísticos en la fotografía junto a otros como Ouka Leele y Alberto García-Alix , entre otros. Todos ellos son artistas genuinos con enfoques únicos dentro del campo de la fotografía.
Es relevante mencionar que todos los fotógrafos nombrados, que son solo una muestra de los cientos de genios que nos ha proporcionado este arte visual, tanto a nivel nacional como internacional, provienen de la vieja escuela de la fotografía analógica.
¿Es posible que una imagen sigua atrayendo nuestra atención?
En los últimos tiempos todo ha cambiado a una velocidad de vértigo. Nos encontramos rodeados de un flujo continuado de imágenes que absorbemos en nuestras pequeñas pantallas y olvidamos velozmente en un entorno visual abrumador, llenos de instantáneas de consumo rápido modificadas automáticamente y editadas al instante; además de la cada vez más notable presencia de imágenes generadas por inteligencia artificial.
Contra el exceso de información y la saturación digital, es crucial expresar emociones genuinas y autenticidad en nuestras creaciones. No obstante, a lo largo del tiempo, me he dado cuenta de que todavía hay dos tipos de fotografías que logran captar mi atención:
Fotografía auténtica y luminosa con un toque sincero
Esto es lo que llamo una fotografía “Cruda”. Aquella que refleja la esencia de la naturaleza de manera genuina y directamente perceptible, sin retoques. Donde lo lo primordial es la interpretación personal. Imágenes que se fundamentan en la luz y en lo humano, como si hubiesen sido concebidas, hoy en día, por los renombrados maestros del arte visual.
Dicho esto, me gustaría vincularlo con una reflexión que me viene a la mente:
Cuando empecé con la fotografía, mi equipo réflex era analógico, al punto de que tuve la suerte de poder montar mi propio estudio de revelado en blanco y negro em casa. El proceso, desde el inicio, era “artesanal”. Antes de tomar una foto, solías pensar mucho el encuadre, medir lo mejor posible la luz, enfocar correctamente, ajustar bien los parámetros como la profundidad de campo y la velocidad de obturación, y utilizar un trípode si era necesario.
Una vez habías realizado la toma (o varias tomas) y tenías tu carrete terminado, te esperaba un proceso largo y complejo por medio, pero muy gratificante también. Primero tenías que revelar el carrete, algo más difícil de lo que parece. Una vez tenías los negativos, tocaba positivar el papel con la ampliadora y los diferentes químicos.
Para positivar, tenías que elegir el tipo de papel y el tamaño de este. Una vez que estabas en el proceso de positivado, podías hacer cosas como “tapados” para exponer más o menos alguna zona de la imagen, con el fin de sobre o subexponerla. Era el Photoshop artesanal de la época (que no había cambiado prácticamente en 100 años). Tu fotografía iba cogiendo forma bajo la luz roja: había magia, mucha magia.
El caso es que, cuando tenías esa copia en la mano, la satisfacción era muy distinta a lo que siento ahora. Es más, me atrevo a decir que las fotos analógicas tienen un punto de vida mayor que las digitales. Quizá sea por algo similar a lo que pasa entre un tema que suena en vinilo y una canción digitalizada: las curvas de una y otra son distintas. La digital tiene curvas de sonido con aristas (ceros y unos), y la analógica es completamente orgánica.
La fotografía vista como una expresión artística reinterpretada
En el extremo opuesto se encuentra la fotografía que entabla conversaciones con otras expresiones artísticas como la pintura y el diseño o el arte digital. Obras extremadamente detalladas en las que se puede identificar al autor sin necesidad de buscar su firma. Su objetivo no consiste en representar la realidad tal cual es sino en reinterpretar el mundo que nos rodea.
Aquí también puedo hablar largo y tendido, ya que es el tipo de fotografía que suelo realizar en este momento. Me gusta tomar fotos digitales, curiosamente cada vez más con el teléfono, sin tener que ocuparme de parámetros complejos, enfoques, etc., centrándome en lo que quiero retratar, tomando múltiples fotos (¡¡son gratis!!) de un mismo encuadre.
Luego las paso a Lightroom y hago una primera criba. Después me pongo a editar con esta herramienta profesional, que recomiendo a cualquiera que quiera meterse en el mundo avanzado de la fotografía digital.
Al editar, toco casi todos los parámetros, como el color, exposición, contraste, saturación, claridad, textura… Además, me gusta meterles todo tipo de filtros degradados y también filtros de forma. Es decir, me gusta crear una imagen “nueva” a partir de la que ya he tomado, darle un sentido completamente distinto, pero con un punto de realismo o veracidad.
En algunas fotos de mar (últimamente tomo muchas al respecto), incluso me invento un sol falso en el horizonte si es que lo “necesito” para dar algún tipo de énfasis a la fotografía que quiero componer. Al final, el resultado es casi como un cuadro.
Como podréis comprender, hablo de senderos diferentes, dos maneras de crear imágenes que tienen como objetivo común mostrar algo nuevo, significativo, singular o sorprendente. Algo que aporte. Es por ello que un mundo llenó de imágenes en abundancia es muy complicado destacar.
Te animo a seguir mirando, imaginando y creando, cuantas más fotos veas, tomes y edites mejores serán tus resultados: ese es el truco.